Aogashima es una pequeña isla perteneciente a Japón situada a unos 358 kilómetros de Tokio. Esto sería un dato geográfico más que no diría nada sobre un lugar único en el mundo: tiene un volcán y dentro de él existe una ciudad con 200 habitantes.
Por Clarín
El volcán sigue en actividad, y en 1781 y 1785, dos erupciones mataron a la mitad de la población, que en ese momento era de unas 300 personas. Los sobrevivientes abandonaron el lugar, pero 50 años después unas 100 personas ya habían vuelto a habitar allí.
La isla está casi aislada de la civilización de tierra firme. Se necesita barco o helicóptero para llegar a Aogashima, pero arribar vía mar tiene sus dificultades: es difícil anclar por los yacimientos de roca volcánica que rodean la isla.
Los helicópteros salen desde la isla de Hachijojima, que tiene vuelos diarios que la conectan a Tokio. Cada helicóptero puede llevar nueve pasajeros, aunque las condiciones meteorológicas impiden muchas veces los vuelos.
El helicóptero, llamado “Tokyo Island Shuttle” opera un vuelo al día, tarda 20 minutos en su trayecto, y la tarifa es de U$S 100. El ferry se llama “Aogashira Maru” y hace cuatro o cinco viajes cada semana. Cada uno de estos viajes dura tres horas y cuesta U$S 25.
¿Quién puede vivir en una isla en estas condiciones? Sólo los elegidos. Sus 200 habitantes hablan maravillas del lugar aunque sepan que es una bomba de tiempo.
LAS VENTAJAS DEL VOLCÁN
Los habitantes del lugar disfrutan de aguas termales todo el año gracias a los vapores que emanan del volcán y hay rutas de senderismo hasta el borde del cráter interior donde practican un arte culinario sorprendente: hacen huevos fritos gracias al vapor que sale de la tierra.
Los habitantes del volcán gozan de su propia industria que les deja suculentos ingresos: una planta de producción de sal levantada en el borde exterior del cráter. Es una sal única y preciada ya que usan el agua de mar del lugar que es rica en minerales y calcio Kuroshio.
La otra gran industria es el turismo. No llegan en cantidades industriales, porque los habitantes del lugar prefieren pocos pero que dejen buenas divisas. Y los que arriban se sorprenden al ver que la isla tiene calles perfectamente asfaltadas, una escuela, oficina de correos, saunas, campings, y muy buenos restaurantes y bares.
Para seguir leyendo, clic AQUÍ.