Leyendo el ensayo La promesa de la vida peruana, escrito en 1943 por el historiador y exministro peruano, Jorge Basadre, reflexiono sobre las profundas similitudes económicas, sociales y políticas, pasadas y presentes, existentes entre el devenir histórico de Perú y Venezuela, lo cual no es de extrañar porque, a pesar de los diversos puntos de vista, compartimos una misma raza de héroes libertadores. Esas semejanzas, lejos de extinguirse con el paso del tiempo, parecen haberse incrementado.
Parafraseando a Basadre, quien decía que, ninguna de las soluciones nacionales, les vendría cocida y masticada de otros países, aunque estos fueran hermanos, primos o prójimos. Y, que nada se podría hacer a fondo si el país no era conmovido en su conciencia, despertando su querer existencial nacional. Basadre pensaba que, la promesa de la vida le atañía a la juventud, quien debía impulsar a los hombres de estudio para que la convirtieran en plan y a la opinión pública para que la transformara en propósito.
El exministro peruano decía que, la primera cosa que debía hacer la juventud, era aprender a no venderse, porque no existía nada más grave para el futuro y para la salud moral de una nación que las asambleas de pusilánimes y aprovechadores. En este campo no solo situaba a los políticos, sino también a muchos médicos, abogados, profesores, aristócratas e intelectuales. Basadre sostenía que el deber fundamental de todo joven era el de “la decencia substancial”, para construirla y sostenerla, no existía nada mejor que la indiferencia necesaria que significa, aprender a decir que no, aun cuando esto vaya en contra de sí mismo.
Basadre señalaba en su ensayo que, la promesa de la vida peruana, sentida y anhelada por todas las clases sociales, había sido estafada y pisoteada por la obra mancomunada de tres grandes grupos, todos enemigos de ella: los Podridos, los Congelados y los Incendiados. Según el autor, los Podridos prostituían palabras, conceptos, hechos e instituciones para ponerlos al servicio exclusivo de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y sus apasionamientos. Los Congelados se encerraban dentro de ellos mismos, solo mirando a sus iguales o a sus dependientes, por considerar que nadie existía fuera de ellos. Los Incendiados se quemaban sin iluminar, se agitaban sin construir. El autor acusaba a los tres grupos por igual: “los Podridos hacen todo lo posible para que el país sea una charca; los Congelados ven el país como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata con su práctica terrorista”, decía.
Refiriéndose a un proceso electoral, Basadre decía: “Ahora, sin embargo, la sociedad peruana se enfrenta a tener que elegir entre quienes se creen, se sienten o están representados por esos otros dos enemigos, los Podridos y los Congelados”. Respecto a los Podridos, decía “basta con refrescar nuestra memoria con lo que han aportado, en las últimas semanas, diversos medios y comentaristas sobre corrupción e impunidad, para concluir que inobjetablemente ellos estarán presentes en la cédula de sufragio”. Luego agregaba: “Pero no debemos olvidar fácilmente que quiénes están, también, representados en la misma cédula por el personaje de los Congelados, aquella que ha sido la causante de mantener históricamente a millones de peruanos y peruanas viviendo en la miseria, explotación y exclusión”.
Extrapolando conceptos y retornando a la actualidad de nuestro país, personajes similares a los narrados por Basadre en su ensayo, pululan abiertamente en todos los ámbitos del panorama político venezolano. Nuestra débil y no tan neutral democracia nos pide que muy pronto tengamos que apostar por alguien ¿Por quién nos decantaremos en esta versión criolla? ¿Por los Podridos, para que el país escape del peligro de no ser una charca, o por los Congelados, que siguen viendo al país como un páramo? O quién sabe, si auscultando hechos y situaciones en profundidad, ¿ambos grupos se encuentran amalgamados? Y solo fingen ser diferentes.
Desde mi rol de observador, quizás no tan imparcial, percibo que, en casi todos los rincones del planeta, se palpa un aburrimiento, un hartazgo por el devenir político, una sensación de que la política es algo que solamente ocurre entre políticos y periodistas, que se retroalimentan con sus propias declaraciones y si bien no sería acertado ni justo decir que todos los políticos son iguales, hay mucha gente que los observa, escucha sus discursos vacíos de contenido y se pregunta: ¿Si estos personajes no fueran políticos, para qué servirían?
A mi manera de ver, el pensamiento del maestro Basadre entrañaba un claro mensaje para quienes aman los valores y piensan en un país de progreso, democrático y libre de imposiciones. Estoy convencido de que, la indiferencia del creciente número de políticos aspirando cargos no va a arreglar la situación del país, simplemente permitirá que la misma gente que actualmente detenta el poder se mantenga en él, ya sea por los votos, por inercia o por la compra de conciencias. En todas las épocas y en todas partes, esta manera de proceder ha sido el caldo de cultivo de las mayores injusticias y desigualdades. Concluyo diciendo: Ojalá que Venezuela no se pierda por obra o por la inacción de nosotros los venezolanos.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
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