Las sectas son un medio de engaño y manipulación que se ejercen sobre un grupo para un fin determinado, es decir, para poseer el Control. Así lo expresa José Miguel Cuevas y Jesús Canto Ortiz en su libro “SECTAS: Cómo funcionan, cómo son sus líderes, efectos destructivos y cómo combatirlas”. Tuve el privilegio de escuchar a estos autores en el programa de Luis Velásquez. Si extrapolamos esta información al caso Venezolano y a nuestra política, encontramos muchas similitudes en el actuar de las sectas y del régimen y los partidos políticos, donde se utilizan técnicas del control de la información, la creación de un estado de dependencia, el debilitamiento psicológico y físico, el control emocional, los premios y los castigos con una influencia altamente populista y un gran control cognitivo donde denigran el pensamiento crítico, el uso de la mentira y el engaño. Todas estas técnicas son muy bien direccionadas por algunos y mal aplicadas por otros, pero todos con el mismo fin.
El que hace o cree hacer política, cuando actúa como una secta, es el que despacha desde su casa o de la oficina, pretende que el resto de la gente sea la que haga y publica grandes sermones desde el teclado; y, aunque son muy pocos hacen mucho ruido a través de los portales noticiosos y los programas del extranjero que hablan de Venezuela. Dictan cátedra, pero no comprometen a nadie con sus ideas y mucho menos con el ejemplo. La política en sus manos se convierte en una actividad litúrgica. Y, por supuesto, el jerarca mayor es el intérprete y decisor de todo lo que se mueve a su alrededor. Las cuatro lochas que consigue son para pagar personal porque, además, la secta religiosa es, inevitablemente, una pequeña burocracia para las ceremonias de rigor. El sectario que también es sedentario, es un genio de los selfies cuando sale a la calle y alguno lo reconoce. Es lo que hemos llamado el vedetismo en la política. Pero siempre es distante, anda en un secretismo permanente y sospecha que todos les quieren fregar la vida, pero el jerarca mayor tiene la más profunda convicción de que él se salvará y puede ayudar, a salvarse a otros, a los elegidos, a los que les cae bien. Eso sí, aclara, no todos caben en el cielo.
La política es un compromiso cada vez más amplio, es una negociación en el buen sentido de la palabra, es ponerse, simplemente, de acuerdo. Cuando ello ocurre, lo ha demostrado la historia venezolana, hemos avanzado extraordinariamente. Sin embargo, el sectario dice que no porque cree que a todo trance negociar es vender los principios, como si el Pacto de Punto Fijo hubiese significado que AD, COPEI y URD renunciaran a sus valores porque de paso desconocen la Historia Venezolana, sólo la aprecian en breves indicios que les parece curioso, ya que la “historia de la salvación” comienza con ellos. De allí que la política como secta no tenga adeptos suficientes, sean unos grandes desconocidos que actúan encapillados, pero eso sí se quejan de todos y, fundamentalmente, de todos, con tan buena voz mandan a cantar a los demás. Aleccionan a todo el mundo sobre el régimen y lo que significa, y, sin mover un dedo, critican lo poco que hacen los demás, mostrándose como una oposición a la oposición. Ayer aplaudían a rabiar a Almagro y se fotografiaban con él en su oficina en Washington. Hoy despotrican de él porque sugirió una alternativa que no les pareció adecuada aunque la formuló de buena fe, estemos o no de acuerdo. Y así saldrán nuevas propuestas para la solución del conflicto en Venezuela.
Esta similitud que hemos tratado en este artículo con las sectas y la política es para mostrar una radiografía clara de todo lo que nos está ocurriendo, para que cambiemos y busquemos una pronta solución a la tragedia que vivimos los venezolanos y, posiblemente, los latinoamericanos. Los que hemos insistido, resistido y persistido sabemos que las sociedades avanzan pero los problemas también.
@freddyamarcano