Héctor Polanco, cuentapropista (autónomo) de 32 años, temió por su vida -y, sobre todo, por la de su esposa y su hijo de cuatro meses- cuando el tejado de su casa en Pinar del Río se vino abajo en la madrugada y los dejó atrapados en la habitación.
“Tuvimos que gritar ‘auxilio’ para que vinieran los vecinos a sacarnos”, cuenta a Efe mientras recorre lo que queda de su hogar, entre montículos de teja, y con los ojos enrojecidos por el llanto.
Cuando vuelve a la calle, sus vecinos lo abrazan, otros más lloran desconsolados. También han visto cómo la tormenta destrozó su patrimonio en cuestión de segundos.
Polanco es uno de los muchos damnificados del huracán Ian, de categoría 3 -sobre cinco- en la escala Saffir-Simpson, que entró esta madrugada en la isla por su extremo occidental.
La fuerza del viento llegó a superar esta madrugada los 200 kilómetros por hora en la provincia de Pinar del Río, según el Instituto Meteorológico (Insmet).
Las autoridades han avanzado que se han producido daños “considerables”, pero aún no ha comenzado el recuento, pero basta con un vistazo por la ciudad para comprender la dimensión del desastre.
Postes de luz caídos, cables de teléfono bailando al son de un viento que no cesa, transformadores en la mitad de las carreteras, cristales quebrados, inundaciones sin control y casas sin techo es parte de lo que ha podido comprobar Efe en un recorrido por la zona.
“Nunca en mis 62 años había visto algo así. Lo hemos perdido todo”, lamenta Maritza Cueto, una vecina de un barrio humilde por el que pasa la carretera hacia el poblado de La Coloma.
Mayra Blanco, de 68, coincide mientras echa a la calle con un trapeador el agua que se acumuló en su sala.
Nadie alrededor cuenta con luz eléctrica y la gente de las zonas más humildes -las que más resintieron el golpe del huracán- no cuentan con señal telefónica para comunicarse con familiares y amigos.
Todos los pobladores tienen su propia historia, cada una más fuerte que la anterior. “Mire, esas cuatro columnas que ve allá arriba, eso era mi terraza”, agrega otra vecina.
Según las autoridades cubanas, Ian tocó tierra en el país a las 3.24 hora local (7.24 GMT) por La Coloma (suroeste), un poblado que se comunica por carretera con este barrio y que, hasta el mediodía de este martes, permanecía incomunicado por la caída de árboles y postes.
“NO HE DORMIDO NADA”
Yasmani Izquierdo, un panadero de 32 años, camina por el patio de su casa con el agua hasta la rodilla y cuenta que, cuando el huracán llegó a la ciudad, el techo de lámina de su casa “salió volando” mientras él estaba en el baño.
“No he dormido nada, mis hijas (de cuatro y 14 años) están con mi mamá y me quedé vigilando. Pero esto es mucho más de lo que esperaba”, dice.
Todos los testimonios recogidos por Efe tienen un factor en común: si bien la provincia de Pinar del Río suele ser el blanco habitual de los huracanes, este ha sido -por mucho- el peor que han sentido.
El presidente, Miguel Díaz-Canel, ha enfatizado en que Pinar del Río es, hasta el momento, la región más castigada por Ian: “Centraremos todos los esfuerzos del país para borrar enseguida los daños y que todo quede mejor”, señaló en Twitter.
Por el momento, nada indica que el huracán vaya a ceder, aunque ya el ojo de Ian salió por la mañana al Golfo de México y se dirige hacia la Florida (EE. UU.). El Insmet prevé lluvias y fuertes vientos en el tercio occidental de la isla durante toda la jornada.
El Insmet también ha dado cuenta de inundaciones costeras fuertes en algunos puntos de Pinar del Río -especialmente en el golfo de Guanahacabibes- y moderadas en el sur de la Isla de la Juventud y otros puntos del occidente.
EFE