En 1991 la Unión Soviética se disolvía y el mundo se encontraba con 15 nuevos países.
Por BBC Mundo
Sus fronteras, algunas históricas, pero otras puramente administrativas, dieron lugar a entidades en las que se mezclaban diferentes minorías étnicas, a veces con consecuencias explosivas.
Muchas de estas antiguas fronteras de la URSS se han transformado en puntos calientes que, 30 años después, siguen convirtiendo a la región en una de las más inestables del mundo.
Ucrania, víctima del impulso imperialista irredentista de la Rusia de Vladimir Putin es, sin duda, la zona cero de esta inestabilidad. Pero no es la única.
Los enfrentamientos de Nagorno Karabaj, entre Azerbaiyán y Armenia, los combates en la frontera entre Tayikistán y Kirguistán, o los conflictos latentes en Osetia del Sur y Abjasia en Georgia, o Transnistria en Moldavia son algunos de esos puntos donde la historia se sigue escribiendo a sangre y fuego.
La guerra de Ucrania, además, ha cambiado todo el orden geopolítico de una región dominada durante décadas por Rusia, pero cuya arquitectura regional de seguridad está a punto de derrumbarse, como explica Laurence Broers, investigador de Chatham House especializado en el Cáucaso: “estamos viendo el fin del orden postsoviético”.
Moscú ha sido la potencia hegemónica en la región, pero el conflicto ucraniano está demostrando, según Broers, que “el poder militar ruso no es ni de cerca lo que creíamos que era”.
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