Padres merideños hacen de tripas corazones para comprar los útiles escolares en el inicio del nuevo año escolar 2022-2023.
Por Jesús Quintero
En una economía donde el salario no supera ni siquiera los 25$ mensuales en la administración pública, los papás buscan la forma de que los niños y adolescentes puedan continuar los estudios de educación primaria y bachillerato.
Entre la camisa, pantalón azul marino, zapatos escolares, franela, mono y botas de deporte fácilmente debe invertir más de 60$ promedio, y eso dependiendo de la marca, talla y calidad de la prenda.
En el caso de los útiles escolares entre cuadernos de una línea, cuadriculados, libretas, caja de lápices, borradores, resma de papel, blocks de dibujo, creyones, papel crepé, goma, barrita de silicón, juego de escuadras y otros artículos de la lista dependiendo el grado a cursar se puede fácilmente gastar más de 40$ por niño.
La señora Ligia Rodríguez es representante de dos niños en edad escolar, y contó para LaPatilla.com que también es docente, su sueldo es prácticamente inexistente, cómo madre debe buscar la manera de cumplir con la lista de útiles que le pidieron a sus representados.
“Para flexibilizar poco a poco el golpe al bolsillo, desde julio he ido comprando una libreta, algunos materiales, caja de lápices, entre otros artículos” , señaló.
Recalcó además “He ido recorriendo librerías, ferias escolares, papelerías para comparar los precios, y cada quincena voy comprando algunos artículos que les pidieron a mis hijos en la lista escolar”.
La situación económica es complicada “antes se podía comprar todo de una sola vez, ahora es imposible porque lo que se gana como docente no alcanza ni siquiera para comer bien”, relató.
“Hay que tener oficios extracurriculares para poder compensar el salario que como docente ganamos, que no alcanza ni para los pasajes para ir a dar las clases”, y agregó que “aunque no es culpa de nuestros hijos, como padres en la medida de las posibilidades hay que garantizarles todos los útiles para su regreso a clase, porque tienen que seguir estudiando”, dijo.
Al mismo tiempo que recorren entre librerías, ferias escolares y otros locales para comparar los precios.
Varios trabajadores de tiendas donde venden artículos escolares coincidieron que las ventas no han sido masivas como en años anteriores, ahora los papás llevan lo estrictamente necesario.
“Muchos papás preguntan precios, observan calidad de los productos y se van, muchas veces no compran”, relató una vendedora.
Antes había variedad en marcas y diseños de productos, ahora la oferta es muy limitada.
“Llega muy poca mercancía con los motivos de carátulas actualizados, lo que está a la moda, se mantienen los cuadernos y libretas con carátulas de personajes tradicionales que aún les gusta a los más pequeños”, contó.
Hay maestros que son conscientes de la situación, ya no exigen trabajos impresos, ahora los estudiantes pueden elaborarlos a mano, con hojas recicladas, para alivianar un poco el gasto a los padres, quienes a la final son quienes además de pagar una matrícula, invertir en uniformes y útiles escolares son los que para cada trabajo apoyan económicamente comprando los insumos para maquetas, carteleras, entre otros.
Ni siquiera los bonos chavistas alcanzan para cubrir las necesidades básicas de las familias con una economía completamente dolarizada, los bolsillos de los padres y madres de familia son severamente golpeados por las políticas económicas erradas que han generado mayor inflación y sigue pulverizando el salario paupérrimo de los trabajadores de la administración pública.
Otras familias optan por remendar las prendas como pantalones, zapatos y botas escolares para reutilizarlos este nuevo año escolar, debido a que el presupuesto familiar es muy ajustado y no permite darse los mismos lujos de unos años atrás donde se podía estrenar el uniforme completo cada inicio de clases.
En un país donde el poder adquisitivo es limitado, hay quienes hacen de “tripas corazones” para garantizar el estudio a sus pequeños infantes.
Los maestros también hacen hasta lo imposible para cumplir con su misión de enseñar, con salarios inexistentes que no cubren necesidades tan básicas como alimentación, vestido, educación, transporte, salud de la familia venezolana.