Ayer fue un día de movilización literaria en las redes venezolanas, gracias a la concesión del Nobel de Literatura del presente año para Annie Ernaux y la circulación de sendos resúmenes de sus principales obras. Apenas recordamos, por los noventa, haber comprado el ejemplar en una librería del aeropuerto nacional de Maiquetía, “La pasión”, y, a pesar del sello editorial (Tusquets), no sabemos por qué la pensamos portadora de una literatura justamente pasajera, efímera, de ocasión, pues, luego de cierto tiempo, convencidos de todo lo contrario, adquirimos otra novela de título ya olvidado que nos la confirmó como una gran autora, aunque sin mucha suerte en el raquítico mercado editorial de nuestro país. . Empero, siempre nos quedó la impresión de una escritora de lenguaje directo, crudo, realista, y quizá brutal para situaciones brutales.
Llamé a una amiga de muchísimos años que ya dejó de impartir clases de literatura latinoamericana en una universidad provinciana de Francia, y, al preguntarle, me habló de las memorias de la Ernaux en permanente construcción, radicalmente autobigráfica, y prácticamente una novelista ideal para los psicoanalistas que sigan al viejo Freud o al más joven Lacan. La conoció hace más de veinte años atrás, en el contexto de un evento académico, describiéndola como muy diferente al francés metropolitano, no otro que el de París que se cree junto a la ciudad como ombligos del mundo.
Tuvo a bien enviarme algunas de sus obras, recomendándome muy especialmente “No he salido de mi noche” que gira sobre la madre que sufre la enfermedad del Alzheimer. Comenta nuestra amiga que quisiera imaginarse la versión que Annie tendría del caso venezolano, incrementada tan considerablemente la dolencia.
Sabe de nuestra preocupación porque no hay una literatura que registre con hondura y precisión el drama de Venezuela en todo el presente siglo, como en su momento ocurrió con “Doña Bárbara” de Gallegos, por citar un ejemplo. Insiste en que nuestros autores no han encontrado el modo acertado de transmitirlo, porque la innovación ha de ser del lenguaje mismo para retratar nuestra realidad, cargarla de los símbolos que dependa, dejándonos interpelar por ella, de las fibras más íntimas de nuestras vivencias.
Por supuesto, no somos expertos en la materia, pero la amiga en cuestión nos propuso un ejercicio: leer “No he salido …”, intentando traer el caso a un hogar venezolano que, de paso, tiene a uno de sus integrantes perdido en la selva del Darién. El formato de la Ernaux, nos aseguró, facilitará en mucho la comprensión de una realidad aparentemente indescifrable, como la nuestra, pero igualmente nos obligará a buscar distintas fórmulas expresivas.