En las elecciones presidenciales de 1.998, AD obtuvo 9,1% de los votos del electorado y COPEI 2,2%. Diez años antes habían obtenido 52,8% y 40,1%, respectivamente.
Los actores políticos Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera (hombres de estado, líderes históricos) con sus ambiciones a un segundo mandato presidencial fueron los principales responsables de la destrucción de los partidos AD y COPEI que daban soporte al régimen democrático que existió de 1958 a 1998. CAP lo hizo sin mayor conciencia de ello, Caldera de manera intencional.
Ambos expresidentes también liquidaron a la clase política gobernante formada por militantes de dichos partidos que por décadas habían administrado el aparato estatal nacional (ministerios, etc) y regional (gobernaciones, etc).
La destrucción de la clase política había comenzado antes con las Reformas de la COPRE, institución poblada de intelectuales, políticos, etc, acérrimos críticos de la llamada “Democracia de partidos”, también denominada despectivamente “Democracia rentista” y “Democracia adeco-copeyana”.
El siguiente paso en la mencionada destrucción ocurrió con el triunfo de Caldera en las elecciones presidenciales de 1993, donde facturó en votos los frutos de su legitimación al golpe militar de Hugo Chávez de 1992 contra la Constitución y la Democracia. El expresidente Caldera captó casi la mitad de los votantes de COPEI que se canalizaron hacia el nuevo partido creado por él (CONVERGENCIA). Así, 17.0 % de la votación del partido CONVERGENCIA representó más del 50% del total de votos nacionales con el que ganó Caldera (30,5%).
A partir de 1998, después de ganar Chávez, miembros de aquella clase política desintegrada migraron en desbandada a militar en los partidos recién nacidos Un Nuevo Tiempo (UNT), Primero Justicia (PJ), Voluntad Popular (VP), mientras otros se “alacranizaron” apareándose con el gobierno.
Siempre existe una clase política gobernante, afirman teóricos como Gaetano Mosca y Raymond Aron, entre otros. La que existió en Venezuela con la democracia, ya murió y ha sido sustituida. Aquella fue una gran pérdida, poco extrañada, porque para varios líderes nuevos, cuya inexperiencia explica graves fracasos opositores, parece que nuestro país no tiene pasado, que Venezuela no tiene historia, o ésta arranca con ellos y sus nuevos partidos. También omiten las figuras históricas de Betancourt, padre de la democracia venezolana, y del propio Libertador Simón Bolívar.