Las primarias para seleccionar el candidato opositor a los comicios presidenciales de 2024 es el método que goza de mayor aceptación entre los electores que rechazan al Gobierno. Ninguna otra fórmula es aceptada por los votantes. El acuerdo entre las organizaciones partidistas y líderes políticos, o la selección del abanderado a través de encuestas de opinión, no cuentan con respaldo popular. Se les consideran fórmulas antidemocráticas, elitescas y excluyentes. Por esa razón, resulta muy positivo que la Plataforma Unitaria (PU) haya aprobado hace pocos días el reglamento que las regirá.
Uno de los principios que inspira la decisión reside en “entregarle a la sociedad civil la conducción de ese proceso tan importante para el futuro del país”. De acuerdo con el texto, el sondeo será organizado por la Comisión Electoral constituida por cinco representantes de la sociedad. En este momento se avanza en la fase de postulación y consultas para designar sus integrantes. El reglamento delega en la Comisión Electoral la facultad de solicitar el apoyo logístico y técnico del Consejo Nacional Electoral (CNE), y de organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE). Esta decisión me parece crucial. De este modo, la PU no bloquea la posibilidad de que el CNE le brinde un soporte logístico a la oposición en la escogencia de su candidato presidencial.
A mí me parece importante la participación del organismo electoral en el proceso por varias razones. La selección del candidato unitario –no único (que es otra cosa completamente diferente)- tiene que poseer el mayor alcance nacional posible. No debe circunscribirse a las capitales de los estados y a algunas cuantas ciudades intermedias importantes. Mientras mayor sea la participación ciudadana mayor será la legitimidad de la consulta y la representatividad del aspirante seleccionado. Lograr ese vasto radio de acción supone un esfuerzo financiero y operativo muy elevado, que la oposición difícilmente puede realizar. El CNE cuenta con la infraestructura en todo el territorio nacional, de modo que la carga se aliviaría muchísimo para la PU.
La participación del ente electoral también serviría para calibrar la pulcritud de las maquinas de votación y la eficacia y transparencia del ente electoral. Sería como una especie de adelanto o simulacro en gran escala de las próximas elecciones presidenciales. A quienes desconfían tanto del CNE les permitiría constatar si sus preocupaciones son válidas o son prejuicios fundados en una visión distorsionada del ente comicial. Por supuesto que no pretendo equiparar una elección parcial, como las primarias, con la escogencia del presidente de República, en la cual está en juego el poder del Estado. Sin embargo, las primarias sí actuarían como termómetro para medir cuán engrasada está la maquinaria del CNE y con cuál nivel de eficiencia y nitidez opera.
Otro hecho positivo es que la colaboración del CNE reduciría el margen de maniobra de los aliados del régimen que quieran torpedear la consulta, descalificándola o desconociendo los resultados que arroje. A los saboteadores infiltrados por el Gobierno y el PSUV –posibilidad que para nada debe descartarse- les resultará más complicado desautorizar o demonizar un proceso que esté siendo asesorado o haya asesorado la cúpula del Poder Electoral. Dirigirse a la sala Electoral del TSJ, por ejemplo, para demandar la anulación de los resultados comiciales sería más espinoso. La congruencia debe mantenerla el Gobierno aunque no crea en ella y le resulte incómoda.
Los mismos criterios operarían para el propio Gobierno, en el caso de que resuelva actuar directamente, de forma desembozada, y no a través de intermediarios, como los ‘alacranes’. Es muy probable que Nicolás Maduro y sus allegados –en vista de que les será muy arduo prohibir las primarias- estén pensando en cómo escamotearlas; cómo desdibujarlas, prostituirlas y restarles significado. Si el CNE coopera como asesor de la PU, esa labor de zapa se tornará mucho más espinosa. No les será sencillo descalificar unas votaciones asesoradas por el organismo encargado de certificar ante el mundo el hipotético triunfo del actual gobernante en los comicios del 24.
Por cierto, Maduro, medio en broma medio en serio, ha sugerido en varias oportunidades que la fecha del 2024 podría adelantarse, se supone que para cuando a él le convenga. Hasta ahora no ha recibido una respuesta categórica del CNE. El organismo debería hacerlo. Esas declaraciones constituyen una clara demostración de injerencismo en un campo que no le pertenece y un irrespeto a la institución rectora de los procesos electorales. Única con competencias para fijar la fecha de las votaciones.
Hay que celebrar que la Plataforma Unitaria ya cuenta con el Reglamento de las primarias y con una fecha tentativa para convocarlas (mediados de 2023). En el futuro cercano habrá que acatar la decisión de la Comisión Electoral. Esperemos que este organismo invite al CNE como asesor técnico. Su participación será beneficiosa para la consulta y para el candidato seleccionado por los votantes.
@trinomarquezc