A la doctora Amaka Nnamani le encantaba su trabajo como pediatra en Hershey, Pensilvania, EE.UU. Ella lo describe como un “trabajo soñado”.
Por BBC News
Nnamani, de 38 años de edad, tenía dos hijos pequeños, entonces de ocho y seis años, y estaba embarazada de un tercero cuando golpeó la pandemia del nuevo coronavirus.
La médica se vio afectada por la “dura realidad” de tener que educar en casa a sus hijos mayores, mientras se recuperaba del nacimiento de su hijo en el verano de 2020.
“No tuvimos mucha ayuda”, dice.
Para octubre de ese año, Nnamani y su esposo estaban ambos de vuelta en el trabajo fuera del hogar.
Incapaz de encontrar un centro de cuidado infantil en medio de la pandemia, la pareja tuvo que sortear las dificultades de no contar de forma consistente con un lugar donde atendieran a sus hijos. Pronto, dice, “simplemente se volvió demasiado para mí. Todavía amaba a mis pacientes. Todavía amaba a mis colegas, pero no era sostenible. Entonces, después de mucho pensar y orar, entregué mi renuncia”.
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