Con gradual y sostenido esfuerzo este régimen ha llevado las cosas al límite y aunque ha jaqueado muy duro, haciendo uso de reglas que ha modificado a conveniencia, en un tablero en el que juega a sus anchas, ha encontrado la mayor contención y mejor defensa de la democracia, expresada en términos culturales y cívicos, más en la resistencia de una ciudadanía que la aprecian como valor y principio, y la vive como un sistema de vida que ha quedado guardado en la memoria genética de muchas generaciones, que en los servicios prestados a la causa democrática por muchos de los líderes que otrora la usufructuaron o de una incipiente dirigencia que le preñó de esperanzas y luego se evaporó o desapareció en estruendoso y vergonzoso aborto. Si, la destrucción intencional de la vida intrauterina de una promesa de salida democrática.
La verdad es que no han estado la altura, han resultado un fiasco desesperanzador y frustrante para mucha gente. Y realmente resulta en extremo exasperante verlos actuar en nuevos escenarios con tanta tranquilidad y parsimonia, como si nada se hubiese hecho mal, como si todo hubiere salido a la perfección; sin un gramo de arrepentimientos, autocrítica o actitud reflexiva de enmienda.
No han hecho valer la esencia de la política, la cual debe ser entendida como el permanente y activo proceso de formación, donde se dirimen sobre todo las negociaciones políticas, en el que se dan los intercambios políticos, y en el que se toman en cuenta los diferentes intereses, sean estos coincidentes, encontrados o neutrales; el proceso en el que deben exponerse (y, sobre todo, ser escuchados) con igual oportunidad de habla los mejores argumentos, en el orden racional, acerca de la posición de los diferentes partidos, sus intenciones, demandas y objetivos políticos; pues, el régimen no estimula este proceso político que es oxigeno vital de la república, por el contrario lo ataca e impide como a un mal; la esencia de la política no es hoy la razón de ser del régimen que impera y esto más que un problema político amenaza con convertirse en un mal cultural que a la larga no beneficiará a nadie.
Esta es la esencia de la muy discutida crisis política que vivimos actualmente, tal situación obliga, por el bien de la república, a rescatar el concepto de lo político. ¿Qué significa, por consiguiente, rescatar el concepto de lo político? No solo una política que genere reglas claras, sino también una política que modifique el actual estado de cosas que impiden el desenvolvimiento claro y transparente de nuestra sociedad, es decir, la práctica del ejercicio democrático, no solo una política de los que hasta ahora se abrogaron el papel de “opositores”, sino también de los Políticos que han demostrado con acciones concretas y también sostenidas en el tiempo querer poner fin a un régimen catalogado de usurpador(¿quién sabe ahora, si provisionalmente) e incluso, de quienes se han acomodada, en pacifica cohabitación, a este.
La superación de este contexto problemático o grave crisis política, supone por tanto, no solo una política orientada a sustituir por vías democráticas a quienes hoy secuestran el poder, sino también una política de creación y de largo aliento, dirigida a preparar el paso de un país, que si bien no ha perdido su filiación a los valores democráticos, ha suprimido o puesto de lado en gran medida las practicas dialógicas para la toma de decisiones y en la formación de la voluntad política, a otro que restaure y atesore como valor espiritual e intangible verdaderas instituciones democráticas y libres, donde se abran las oportunidades para todos los venezolanos, lo cual es la esencia del arte de la política.
Pero para esto debemos tener claro que las instituciones políticas no son derivadas ni inferidas de inmutables leyes naturales, han sido siempre creadas por el hombre, por ende la política y el arte llevan ese sello de la creación personal. La historia de lo político, es en ese sentido, una historia de creación que le toca emprender a aquellos políticos que saben leer el signo de los tiempos.
Por tal razón no se puede seguir cerrando los ojos ante esta realidad, es la hora de la decencia política y de la participación individual de un ciudadano consciente consustanciado con los valores profundamente democráticos de la sociedad venezolana, es la hora de abandonar esa práctica política que hasta ahora lo que ha hecho es convalidar la permanencia de esta desgracia que viven los venezolanos. Ha llegado la hora de abrir los ojos para ampliar, repensar y recomponer la política venezolana: exactamente a esto apunta la invención de lo político que está exigiendo Venezuela.
Con ello se significa el renacimiento de la política en Venezuela, uno en el que se desarrollen y despliegue un conjunto de actividades que nos impulsen a salir del pantano actual. Para ello se presenta una nueva oportunidad: lo que algunos llaman primarias y nosotros llamamos momento para escoger un nuevo liderazgo con el único mandato claro a cumplir que es el de salir de un régimen que alejado de los principios republicanos y democráticos, crea pobreza, genera diáspora y conculca derechos y libertades individuales.
Debemos convertir este momento en una fuerza democrática para exigir elecciones libres y transparentes, por tal razón este proceso debe ser dirigido por la sociedad democrática sin la participación de ninguno de los instrumentos del régimen (TSJ, Fuerzas Armadas o CNE) que en vez de ayudar vengan a empañar un proceso de la sociedad democrática venezolana que tiene todo el derecho de buscar una salida civilizada al conflicto que se vive. Todo problema debe tener soluciones. El actual momento se presenta como una oportunidad Política para que Políticos de buena voluntad, con real vocación y acción opositora, construyan dialógica y racionalmente una salida a la actual crisis política; se requiere de una participación Política seria, honesta, coherente, responsable, valiente y decidida, acompañada por más del 80% de los venezolanos que claman a grito por salir del actual estado de cosas. No hay tiempo para vacilar.