Donald Trump llevaba el martes por la noche unos 20 minutos del discurso con el que, siguiendo el guion de su propia película de suspense, anunció que se presenta a las elecciones presidenciales de 2024. Fue entonces cuando Joe Biden, su viejo —y quizá futuro— contrincante, lo acusó en Twitter de haber “defraudado a Estados Unidos”. El mensaje iba acompañado de un video cuidadosamente editado que responsabilizaba al expresidente de “manipular la economía en favor de los ricos”, hundir el empleo, alentar el extremismo, atacar la sanidad y perseguir el aborto.
Por El País
La sincronía entre el discurso de Trump —un fatigoso, pesimista y airado devaneo de más de 60 minutos pronunciado en su mansión en Mar-a-Lago en el que prometió “devolver su grandeza a América”— y la reacción del presidente, que en esos momentos estaba en la cumbre del G-20 de Bali, enfrascado en la gestión de la crisis provocada por el lanzamiento de un misil sobre Polonia, hizo pensar que Biden tenía un plan. A nadie, mucho menos a la Casa Blanca, pudo coger por sorpresa el anuncio: Trump lleva meses señalando el camino de sus intenciones y había dejado claro que no pensaba escuchar a quienes, entre sus colaboradores, familiares y miembros del Partido Republicano, trataron de convencerle en los últimos días de que no era el momento de lanzar su carrera hacia 2024.
La decepción electoral de los suyos, le decían, aún está demasiado fresca, y todavía queda la celebración de la segunda vuelta que decidirá en Georgia el 6 de diciembre el último escaño en el Senado. Incluso a falta de eso, la Cámara alta ya es de los demócratas. La baja cayó el miércoles por la noche en manos de los republicanos. Pero la ventaja es mucho menor de la esperada, en gran parte, por la sombra que sobre la campaña proyectó Trump, al apoyar a candidatos inexpertos y extremistas en los Estados clave que han dado el Senado a los demócratas.
Pocas horas después del evento en Palm Beach (Florida), The New York Times, también preparado para la eventualidad, publicó una historia en la que detallaba el plan urdido “durante meses” por la Casa Blanca para reaccionar a la tercera candidatura presidencial de Trump, que llega inusualmente pronto. Aún faltan dos años para las elecciones, pero el magnate confía en que su último truco le ayude a sortear algunos de los muchos embrollos judiciales y fiscales en los que anda metido por sus negocios, por los papeles clasificados que halló el FBI en, precisamente, Mar-a-Lago y por su implicación en el ataque al Capitolio del 6 de enero. (Los funcionarios del Departamento de Justicia ya han dejado claro que nada cambia para ellos el anuncio de la candidatura de Trump).
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