La primera fake news de la historia: hombres alados, un palacio inmenso y playas en la Luna

La primera fake news de la historia: hombres alados, un palacio inmenso y playas en la Luna

“Diremos de una vez, que por medio de un telescopio de vastas dimensiones y un principio completamente nuevo, el joven Herschel, en su observatorio en el Hemisferio Sur, ya ha hecho los descubrimientos más extraordinarios en cada planeta de nuestro sistema solar. Obtuvo una vista distinta de los objetos en la luna, totalmente igual a la que el ojo desnudo domina de los objetos terrestres a una distancia de cien yardas. Resolvió afirmativamente la cuestión de si este satélite está habitado, y por qué orden de seres”.

Por infobae.com





Este es el primer párrafo que leyeron miles de estadounidenses en el diario The Sun de Nueva York del 25 de agosto de 1835. Se acercaban a los chicos que ofrecían el tabloide en las esquinas y miraban con curiosidad. Metían una mano en su bolsillo y sacaban unas monedas para llevarse la historia fantástica a sus casas. La nota iba acompañada por dibujos en lo que se veía seres alados que eran la combinación de seres humanos con murciélagos que supuestamente habitaban el satélite de la Tierra.

La noticia falsa empieza a rodar

El primer artículo de la serie fue publicado en la segunda página del diario, bajo el título de “Descubrimientos Celestiales” (“Great Astronomical Discoveries”). Desde ese momento, la bola una de las primeras fake news de la historia no paró más.

Fue una serie de seis artículos que pretendía describir la investigación del astrónomo inglés de la vida real Sir John Herschel (hijo de Sir William Herschel , quien había descubierto el planeta Urano).

La crónica del Sun argumentaba que Herschel había construido el telescopio más grande que existía para estudiar las estrellas y que con este instrumento había “solucionado o corregido casi todos los problemas principales de la astronomía matemática y establecido firmemente una nueva teoría de los fenómenos espaciales y descubierto que había vida en la Luna”. Así el diario describía al astrónomo que observaba desde su telescopio como se movían en bosques, ríos y playas decenas de seres lunares desconocidos por el ser humano. Esto generó una gran fascinación en el público. Muchos se lanzaron y hasta decían que podían ver a los seres alados que rodeaban la Luna, desde los patios de sus casas en las afueras de Manhattan, en los barrios obreros de Brooklyn.

El tipo de vida que el supuesto Herschel había “descubierto” probablemente debería haber sido una pista de que la historia era una noticia falsa. Lo que el astrónomo había encontrado no era evidencia microscópica de organismos o rastros de agua en el satélite, Herschel había avistado abundante vegetación, “cuadrúpedos marrones” que se asemejaban a bisontes en miniatura, criaturas parecidas a cabras con gestos de mascotas hogareñas, grullas de pico largo y “grandes criaturas aladas, totalmente diferentes a cualquier tipo de pájaro”. En lugar de parecer pájaros, afirmaba la historia, las criaturas parecían un híbrido entre humanos y murciélagos.

Los artículos relataban que la tribu que habitaba la Luna se llamaba los “Vespertilio-homo”. Se describía como seres humanoides peludos y alados que se encontraban cerca de un templo dorado, al que la nota lo denominaba “el Templo Lunar”. Era un edificio construido de zafiro cuyo tejado era soportado por columnas de 21 metros de altura. Otra vez, los obreros colapsados por el trabajo en plena revolución industrial llegaban a sus casas pequeñas y antes de descansar un par de horas para volver a la obra, se ponían a mirar el cielo. Intentaban descubrir algunos de los paisajes descriptos por el Sun en la circunsferencia blanca y brillante que colgaba del cielo de Nueva York.

El segundo y tercer artículo, publicados los días 26 y 27, el diario de Estados Unidos describía las maravillas que el astrónomo había visto con su telescopio. Enumeraban bosques, cráteres, lagos, océanos y hasta playas con un mar lunar que acariciaba sus costas suavemente.

El artífice del engaño fue el escritor británico Richard Adam Locke, que había llegado a The Sun cuando vendía sólo unos 8.000 ejemplares al día y era superado por la mayoría de sus principales rivales. Luego de pasado el escándalo del engaño, Locke diría que nunca esperó que los lectores creyeran que su sátira fuera una crónica real. De hecho, probablemente había tenido la intención de parodiar los escritos populares del ministro escocés y astrónomo aficionado Thomas Dick y otros que habían estado argumentando que la Luna tenía una atmósfera sustancial y podía albergar vida.

En 1835, The Sun era constantemente superado por los tabloides diarios rivales de la ciudad, especialmente The New York Herald, fundado casi al mismo tiempo. Entonces, el editor de The Sun, Benjamin Day, buscó la historia más sensacional que pudo encontrar para impulsar la circulación y desafiar al Herald. Así, arranca el relato sobre los habitantes de la Luna que fueron observados por el potente telescopio del astrónomo Herschel, muy respetado en esos momentos.

Casi todos se suben a la fake news

Durante esa semana, muchos creyeron la historia de Locke. El New York Times calificó los descubrimientos de “Herschel” como “probables y posibles”, y los grupos religiosos comenzaron a hacer planes para el trabajo misionero en la Luna.

Uno de los pocos que no creyeron la historia fue Edgar Allan Poe. El escritor quedó impresionado por la habilidad retórica de Locke.

Durante un tiempo, Poe quería que se demostrara que la historia de The Sun era incorrecta, pero no porque se opusiera a las bromas pesadas de los periódicos. Más bien, inicialmente creyó que “Great Moon Hoax” (así se llamó el caso tiempo después, “El gran Engaño de la Luna) había plagiado una historia propia, la de un hombre que viajaba a la Luna en un globo aerostático.

El Great Moon Hoax (Gran engaño de la Luna) se la considera la primera gran “fake new” porque, claramente, tenía como objetivo fidelizar lectores, subir las ganancias, y se publicó a sabiendas de que se trataba de una falsedad.

Promediando el siglo XIX, la prensa se estaba dividiendo entre aquellos diarios respetables donde escribían las plumas más destacadas de la literatura y la filosofía, y los incipientes “tabloides”, cuyo formato más pequeño obedecía a la necesidad de ahorrar papel para bajar costos.

Los tabloides tenían como objetivo informar a su audiencia, pero también entretenerla. Al evitar el delicado tema de la política y la filosofía, podían atraer a una amplia audiencia gracias a la explosión de la alfabetización durante la Revolución Industrial. Promediaba la revolución industrial y había un incipiente público lector que requería información y tmabién entretenimiento.

El autor de los artículos

Los artículos estaban firmados por un inexistente doctor Andrew Grant, seudónimo de Richard Adams Locke, periodista del diario.

El astrónomo John Herschel, cuyo trabajo en Sudáfrica fue usado para un falso relato, el más documentado del que se tenga noticias. El científico lamentó, con humor, que la historia “no fuera cierta”.

Herschel era, efectivamente, un astrónomo que por entonces estaba en Sudáfrica. Pero en una época sin telefonía ni otros medios de comunicación, pasó meses sin saber cómo se usaba su nombre para difundir su falso descubrimiento sobre la superficie de la Luna.

La historia cada día pegaba más y Locke daba a los ávidos lectores más detalles increíbles de la superficie lunar. Así, con el telescopio se “descubrieron” flores de color rojo oscuro parecidas a amapolas y otras plantas en la Luna. Luego vinieron las cabras azules con un solo cuerno y “una extraña criatura anfibia, de forma esférica, que rodaba a gran velocidad por la playa de guijarros lunares”.

La última entrega, para cerrar la historia, describía un terrible accidente que dañó el observatorio e impidió que Herschel hiciera más observaciones de la superficie lunar.

La historia pronto se difundió por todos los EEUU. The Sun afirmó que su circulación diaria se disparó a 19.300 ejemplares, superando al tabloide diario más vendido en el mundo, The London Times, cuya circulación diaria era de alrededor 10.000 en esos momentos.

Lo irónico es que los barcos que navegaban desde Inglaterra también traían copias de la historia de The Sun que se difundieron por Europa, por lo que si un tema llegaba del Viejo Continente y corroboraba el relato de The Sun, no había motivos para dudar.

En poco tiempo, los periódicos de Francia e Italia estaban reimprimiendo la historia completa, con ilustraciones y otros detalles de The Great Moon Hoax. La fake news ya giraba por todo el mundo occidental.

El New York Sun , fundado en 1833, fue uno de los nuevos periódicos de “penny press” (prensa de un centavo) que atrajo a una audiencia más amplia con un precio más económico y un estilo de periodismo más narrativo.

El 16 de septiembre de 1835, el Sun admitió que los artículos habían sido un engaño. En general, su público lo tomó en broma y siguió comprando el diario. The Sun continuó operando hasta 1950, cuando se fusionó con el New York World-Telegram . La fusión fracasó en 1967.

Pasaron los años y la historia del “Gran engaño de la Luna” ya es recordada con cierta candidez y curiosidad por todo lo que generó siempre en los seres humanos ese plato blanco colgado de los cielos en las noches de la Tierra. En 1835, miles de obreros inmigrantes intentaban soportar las extensas jornadas laborales de la revolución industrial mirando al cielo antes de dormir, buscando a los hombres alados del Palacio Lunar y a los bisontes diminutos de los relatos del Sun. Nunca llegaron a verlos, pero lo soñaron varias veces.