Sobre este tema he emitido este mismo año varios comentarios. Pero como persiste y se ahonda la situación de agobio y destrucción, debemos ser insistentes. Como ellos, desde el poder, lo son. Este artículo me permite, además, detallar algunos aspectos laborales y académicos.
Casi por finalizar el año, el mensaje que envían, como para calmar las aguas turbias, es que garantizan el pago de lo que ellos llaman sueldo quincenal al personal académico tanto como al resto del personal administrativo y obrero. Esto significa que desconocen la deuda causada por la homologada Convención Colectiva que ellos impusieron, puesta en gaceta este mismo año y violentada por el Instructivo ONAPRE. Deuda que desde marzo incide en casi el cincuenta por ciento de los sueldos como también en los bonos de vacaciones y de fin de año.
Con este modo de desconocer los compromisos laborales, leyes, constitución y derechos humanos, afectan directamente, quincenalmente, a todo el personal. Existe una distinción de un bono extra sobre la Universidad Central de Venezuela que la hace sobresalir entre las demás, aunque la afectación en términos generales cae sobre todas. El descontento se percibe en el abandono de las instituciones, en el desánimo para cumplir los compromisos, en la necesidad de irse a otros lares a buscar el sustento propio y familiar. Resulta escandaloso que la USB necesite para su funcionamiento en enero de 169 profesores, más los que han renunciado este último trimestre.
Porque, sumados de las al sueldo está la desaparición de la protección social. No existen seguros funcionales de vida, de HCM, de riesgos, funerarios; tampoco las ayudas para útiles escolares u otros temas alcanzan para materialmente nada, porque ni simbólicas resultan. La desaparición de las cajas de ahorros y los institutos de previsión social merma la escasa protección que hubo. El dinero que aporta el profesor y los trabajadores para esos efectos desapareció durante todo el año, sin que nadie sepa responder por el. Como también el de sindicatos y gremios, paralizados porque los recursos no llegaron. Esto afecta al personal, a los espacios físicos y los objetivos de esas instituciones llevadas a la desaparición. Un vil robo descarado. Descontado a cada uno y apropiado indebidamente por el régimen.
Presupuesto para investigación y funcionamiento no existe. Tampoco para la planta física. En algunas, como la UCV y la USB llegó este año el Plan Universidad Bella. Todo un poema al atropello, a la violencia de derechos y a la transparencia de planes y recursos. Mientras estuve en el Consejo Directivo de mi universidad insistí en conocer los planes, en que el Consejo supiera que y en que se gasta. Nunca hubo información alguna. Incluso llevé el tema a la Asamblea Nacional que lo discutió diligentemente en su comisión de finanzas. Ahí sigue tapadito el plan con sus camiones de obreros foráneos regando cemento y pintura.
Sin presupuesto, sin sueldos, sin protección social, sin orden alguno ni posibilidad de defensión alguna, las universidades continúan, hasta el acabamiento absoluto, sufriendo el diseño de su destrucción tal y como el poder se lo planteó para garantizar su permanencia de este modo perverso. Los profesores y los otros trabajadores que quedan acuden por otras razones más allá de lo laboral. Son financistas de la educación. De allí que vayan siendo pocos los que se mantienen y la mantienen. De allí la caída libre en los rankings internacionales. No existe estímulo alguno ni aporte material para investigar, para trasmitir conocimiento, para la gerencia universitaria, para divulgar a la sociedad.
La reconstrucción será lenta, costosa, fundamental para la educación. Pagaremos por años la implacable destrucción de nuestras instituciones de máxima enseñanza. No es solo seguir bajando en los niveles de medición internacional, es la pérdida del conocimiento de un país entero. El estancamiento intelectual nacional, en la región. No se combate esto con una marcha.