Humberto García Larralde: ¿Presentables?

La mayor vaina que pudo echarle la oposición democrática a Maduro fue convertirlo en paria mundial al denunciar que usurpó su cargo realizando elecciones presidenciales fraudulentas en 2018 y erigiendo, como respuesta, una presidencia interina legitimada por el artículo 233 de la constitución, en la valiente figura de Juan Guaidó. Unos 60 gobiernos democráticos desconocieron la supuesta “reelección” de Maduro y optaron por reconocer a Guaidó. Las principales democracias de América Latina, afiliadas en el Grupo de Lima, denunciaron el carácter no democrático del régimen de Maduro, execrándolo de la comunidad regional. Quedó desnudo, no sólo por tramposo, sino porque atrajo la atención acerca de su salvaje violación de derechos humanos, con centenares de muertos en protestas, torturas y desaparecidos, y por su destrucción inmisericorde de los medios de vida de la población, condenando a la gran mayoría a niveles de pobreza y miseria nunca imaginados para un país petrolero.

Lamentablemente, la dictadura fascista mostró ser, con apoyo de sus cómplices cubanos, de Putin, de la teocracia criminal de Irán y de las mafias que cultivó como sostén, mucho más resiliente de lo esperado y pudo capear el temporal. Nunca se presentó la oportunidad de convocar a elecciones presidenciales a los 30 días de haberse constituido el interinato, exigidas por el tercer párrafo del mencionado artículo.

Impacientes, las fuerzas opositoras se fueron desgastando. Primero fue el fracaso del intento de introducir una caravana de ayuda humanitaria desde Cúcuta, frustrada por fuerzas opresoras de la dictadura y, luego, de la parada tirada el 30 de abril de 2019 frente al aeropuerto de La Carlota –en retrospectiva, irresponsable, por no tener cómo asegurar su éxito—, pensando en que resquebrajaría el apoyo militar a Maduro. En tal cuadro de ansiedad por plasmar una salida inmediata, la fanfarronería de Trump desde la presidencia de EE.UU., alardeando que “todas las opciones (para sacar a Maduro) estaban sobre la mesa” y dando a entender que el mandato estaba hecho, que sólo era un problema de oportunidad, fue muy perjudicial. Desarmó los intentos de articular una estrategia coordinada entre las fuerzas democráticas para capitalizar la debilidad de Maduro y provocar los cambios políticos anhelados. Poco a poco se fue desinflando la energía opositora y, en su frustración, muchos echaron la culpa a Guaidó por haber incumplido su anuncio de; “cesar de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres”, al aceptar su mandato. Hoy su aceptación se ha desplomado a los niveles de Maduro y los partidos de oposición han perdido la confianza de la gente, no obstante el amplio rechazo de aquél. Pero a los venezolanos nos quedaba como consuelo su ostracismo y repudio en el mundo.





¡Pero he aquí que Maduro, tan campante, se aparece en la cumbre sobre el cambio climático en Sharm el-Sheikh, a pesar de haberse ofrecido USD 15 millones por su captura, con tres aviones de partidarios por si acaso alguien intentase ponerle los ganchos –turistas “revolucionarios” que costaron a la nación unos USD 14 millones! Una vez allá, cual carrito chocón, buscó tropezar con cualquier líder despistado y sacarse una foto con él. John Kerry, Secretario de Estado bajo Obama, fue uno de los inocentes, obligando a una aclaratoria del portavoz del Departamento de Estado: “…Nicolás Maduro interrumpió lo que era una reunión en curso de la COP27 para interactuar con el enviado especial Kerry, y eso fue en gran medida una interacción no planificada”. Otro, aún más cándido, el presidente francés, Emmanuel Macron, pensó que su encuentro inesperado con Maduro le daba la oportunidad de convocar en Paris a un diálogo para la paz, en la que otros habían fracasado, entre el régimen chavomadurista y la oposición. Y hacia allá fue a reunirse, también con su cara de yo-no-fui, Jorge Rodríguez, presidente de la asamblea madurista, para anunciar luego muy orondo en presencia del presidente argentino y de un representante del de Colombia, que las partes habían acordado buscar un acuerdo (¡!). ¡Muy exitosa la reunión!

Luego su hermana Delcy, vicepresidente de Maduro, quien creíamos tenía prohibida su entrada a la Unión Europea, viaja a La Haya para reunirse con el fiscal adjunto de la Corte Penal Internacional, supuestamente para contrarrestar el reclamo interpuesto ahí por Guyana sobre el territorio esequibo, pero que aprovechó para deslizar su oposición a que continuasen las investigaciones sobre crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen.

En fin, el mundo ha cambiado y las prioridades, para los poderosos, son otras. ¡Ahora el chavismo es presentable a nivel internacional, porque aquí no ha pasado nada! Como Pedro por su casa, los jerarcas tantean hasta donde pueden viajar para proyectar la “normalidad” que quieren aparentar en Venezuela. Con una desfachatez que sólo exhibe quien no tenga remordimiento alguno por los atropellos cometidos, Maduro, responsable de la devastación de la minería en Guayana, denuncia al capitalismo por las tragedias del cambio climático y Delcy reclama en La Haya que es el gobierno de EE.UU. el que viola los derechos humanos de los venezolanos, al imponer sanciones al régimen. Y así se abre de nuevo la temporada turística para que los personajes más detestables del régimen se pavoneen en los destinos internacionales de su preferencia, junto a una nutrida comparsa, con recursos de la nación.

Pero la comedia no termina ahí. Sintiéndose envalentonado por los recientes triunfos electorales de Petro y de Lula, Maduro convoca una reunión del Foro de Sao Paulo en Caracas para sermonear sobre lo que debe ser una conducta de izquierda, una que jamás debe criticar su desastrosa gestión. El mayor responsable del atraso a que ha sumido el país, de los centenares de muertos en legítimas protestas, de la entrega de recursos de la nación a bandas criminales, de la destrucción de la educación, de la salud y de los servicios públicos en general, de la ruina de los venezolanos y de su sometimiento a los atropellos de militares traidores, de la violación descarada de derechos humanos, ¡pretende bañarse ahora en un aura de “progresisismo”, dictándole cátedra a quienes, presumiblemente, son de avanzada! Pero la verdadera prueba para una izquierda comprometida con la justicia y la libertad –como debe ser—, es denunciar los atropellos de Maduro. No continuar reviviendo posturas enterradas del socialismo “del siglo XXI” para justificar sus desmanes. Ahora Maduro pidió a sus congéneres desempolvar el muerto del Estado Comunal, con sus leyes disparatadas que, sin duda, terminarán por destruir, de aplicarse, lo poco logrado con la dolarización y la liberación de precios. ¡A paso de vencedores, pero para atrás!

Al vencer el oprobioso régimen del apartheid en Sudáfrica, Nelson Mandela le encomendó al arzobispo Desmond Tutu encabezar la Comisión para la verdad y la reconciliación, con el fin de instaurar una justicia restaurativa que, no obstante, no se basara en la revancha, sino que, más bien, dejara abierta la posibilidad de sanear heridas. La base para ello era el sincero reconocimiento y arrepentimiento por los crímenes cometidos y una profesión auténtica de enmienda. “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón” fue la divisa del arzobispo. No fue ningún “borrón y cuenta nueva”. El resultado de su misión, admirado por todos, es fuente de esperanza para superar situaciones igualmente oprobiosas e inhumanas en otras naciones.

Sean cuales fuesen las posibilidades de avanzar en la negociación con personeros del régimen para hacer realidad unas elecciones con suficientes garantías como para abrirle las puertas al país a la tan necesitada transformación política, económica, social y cultural, el contexto de los acuerdos no puede soslayar la búsqueda de una justicia restaurativa, en la onda de la de Sudáfrica. No puede pretenderse “blanquear” al régimen, como si en el país no hubiese ocurrido nada. ¿Dónde están los propósitos de enmienda de Maduro, Padrino, Cabello y demás? ¿Sus compromisos con asumir la investigación de los crímenes cometidos y la sanción a los culpables? ¿Cómo consolidar un proceso exitoso de transición si no se terminan con los abusos de una oligarquía militar corrupta? Los crímenes de lesa humanidad no proscriben, por lo que no es aceptable una amnistía general, como tan irresponsablemente propuso el presidente Petro. Como señalara el negociador Gerardo Blyde al salir de la reunión por la paz en Venezuela, no se puede pactar una amnistía con violadores de derechos humanos.


Humberto García Larralde, economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com