La pizzería de Samuel Rodríguez, en Caracas, no sólo sirve pasteles calientes con queso, sino que también reparte chistes, ofreciendo un escenario a jóvenes comediantes que llenan el vacío dejado por los cómicos veteranos que han huido de la crisis económica de Venezuela.
Por Johnny Carvajal | Reuters
Traducción libre del inglés por lapatilla.com
Rodríguez, de 36 años, actúa él mismo varios días a la semana en lo que describe como una especie de catarsis para lidiar con los problemas cotidianos, en el improbable lugar que es uno de los crecientes locales de la capital venezolana que atraen a los aficionados al stand-up.
Pero la política no está en el menú.
Tanto el público como los comediantes están desgastados por problemas como los constantes cortes de luz o agua y la creciente desigualdad de ingresos, señaló Rodríguez.
“El tema de (lo que ocurre en) el país no se toca en las rutinas ni en los chistes… la gente está generalmente cansada de ello”, dijo.
La afluencia de locales de ocio, incluyendo cafés, bares y restaurantes, se produce después de que el régimen chavista flexibilizara las regulaciones económicas hace tres años, permitiendo más transacciones en dólares.
Estas nuevas oportunidades de subirse al escenario, junto con el aumento de las redes sociales basadas en el vídeo, como Tik Tok, han sido una bendición para los jóvenes cómicos, según los lugareños.
Sin embargo, a pesar de los chistes sobre la vida cotidiana, las nuevas generaciones de humoristas venezolanos tienden a evitar los chistes políticos.
“(El humor de los venezolanos sigue) el estilo de la comedia norteamericana… que habla de la vida cotidiana, no de temas políticos”, dijo Laureano Márquez, de 59 años, un reconocido humorista y analista político.
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