Entre 35 y 45 años y con rasgos africanos: el verdadero rostro de San Isidro Labrador, el patrón de Madrid

Entre 35 y 45 años y con rasgos africanos: el verdadero rostro de San Isidro Labrador, el patrón de Madrid

Cráneo de san Isidro, patrón de Madrid, con la recreación de su rostro tras el estudio ABC

 

No es 15 de mayo en la capital, pero san Isidro Labrador vuelve a estar más de actualidad que nunca. El patrón de Madrid fue un varón de origen africano, dedicado a los trabajos manuales, con una estatura de entre 167 y 186 centímetros y cuya muerte se produjo cuando tenía entre 35 y 45 años. Estas son algunas de las conclusiones extraídas del estudio antropológico y forense realizado al santo, que esta tarde ha sido presentado en la Universidad Complutense. Ha sido, precisamente, un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina Legal y Forense el encargado de examinar el cuerpo, tras recibir la autorización del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.

Por abc.es

Las actuaciones se han dividido en siete fases diferentes (una descripción del entorno, dos exámenes, tres estudios y la reconstrucción facial escultórica, la primera que se realiza del santo), obteniéndose en cada una de ellas nuevos datos respecto al cadáver. Por ejemplo, del estudio paleopatológico se desprende que no se han encontrado signos de violencia o traumatismos que puedan esclarecer un motivo claro de fallecimiento; si bien, los huesos maxilares confirman que padeció infecciones odontógenas, con importantes abcesos y fístulas, lo que podría haber desembocado en una sepsis. Aunque en la actualidad la tasa de mortalidad asociada a esta patología ha descendido hasta el 4 por ciento, los forenses consideran que esta enfermedad, en el contexto de la época medieval, pudo ser la causa real de su muerte.

Asimismo, los hallazgos degenerativos en determinadas partes del cuerpo ponen de manifiesto que san Isidro usaba mucho los brazos, algo propio del trabajo de los labradores (en la bibliografía revisada previamente, se han encontrado también referencias a la actividad de pocero). Llama la atención, en cambio, que no aparezcan los mismos signos en articulaciones como la cadera o las rodillas.

El análisis del perfil biológico reduce a más de la mitad la edad a la que falleció. Según los métodos estándares de la antropología forense, el cuerpo corresponde al de un varón de entre 35 y 45 años, una edad diametralmente opuesta a la que la tradición venía atribuyéndole: 90, en el momento de su muerte. Cabe recordar que dicha creencia nace hacia el siglo XVI y ha sido seguida por casi la totalidad de los hagiógrafos posteriores. Históricamente, se considera que el labrador nació en Madrid cerca de 1082, mientras que la bula de canonización, promulgada por el Papa Benedicto XIII en 1724, recoge que su muerte se produjo «cerca de 1130», lo que parece coincidir con la edad reflejada en el presente informe.

Pese a que no es posible determinar el origen biogeográfico concreto, las doctoras señalan que no es una persona con rasgos puramente caucásicos, situándose su cráneo entre los que presentan «características más propias de grupos afrodescendientes» (en comparación con otros cinco tipos cuya ancestralidad es conocida). Con todo, no es posible asociarlo con un grupo poblacional único, incluyéndose también algunos caracteres asiáticos.

La extracción del santo, propuesta al cardenal arzobispo por la Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid (que lo custodia desde hace siglos), ha revelado que el cuerpo pudo momificarse al inicio de su enterramiento en el cementerio de san Andrés (un enclave acuoso por el que discurría un torrente), a causa de las condiciones de temperatura y humedad.

La mayoría de roturas y cortes observados en la momia parecen accidentales, pero en la pierna derecha permanecen las líneas de marcas de un instrumento de corte, que coincide «parcialmente» con lo descrito en la Revista Hispanoamericana (1929). En la publicación, se indica que el doctor Forns «separó un fragmento con un bisturí para que fuera enviado como reliquia a la ciudad argentina de san Isidro».

En la laringe se ha descubierto un objeto metálico con forma de moneda, que podría presentar en una de sus caras la silueta de un león pasante o rampante, además de cuatro líneas que enmarcarían la imagen dentro de un rombo o un cuadrado. Debido a sus proporciones, se comparó inicialmente con una moneda de la época del rey Alfonso VII, pero el estudio numismático ha desvelado que lo más probable es que sea una ‘blanca del rombo’ del reinado de Enrique IV. La pieza habría sido colocada siglos después de su muerte, teniéndose constancia, además, de una visita de este monarca para venerar al santo en 1463.

Por el atril del salón de actos de la Facultad de Medicina pasaron el vicerrector de Relaciones Institucionales de la Universidad Complutense de Madrid, Juan Carlos Doadrio; el decano de la Facultad de Medicina, Javier Arias; las investigadoras Mónica Rascón, Ana Patricia Moya, María Benito y María Isabel Angulo, y el teniente de hermano mayor y presidente de la congregación isidril, Luis Manuel Velasco.

En la presentación se mostró también la flamante reconstrucción facial, realizada a partir de una virtualización del cráneo y la posterior caracterización en escayola. La recreación ha sido construida en dos fases: tras un primer modelado neutro, obtenido sin interpretaciones subjetivas, le fue colocado «pelo rizado similar al de estatuas antiguas de la zona del mediterráneo y barba poco espesa de color castaño oscuro, propia del grupo poblacional que presenta los caracteres más predominantes».

A ello se añadió el color de ojos marrón, «el más frecuente en los grupos poblacionales que determinan los índices estudiados en la ancestralidad», y una tela a modo de tocado igual que la que aparece «cubriendo la cabeza del santo en las representaciones del Arcón Funerario de san Isidro, de finales del siglo XIII, que se conserva en el Museo de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena».

La noche del 12 de enero fue la elegida para proceder a la apertura de la urna, sellada los últimos 37 años. Para llevar a cabo la tomografía axial computarizada, empleada por la Escuela Profesional de Medicina Legal y Forense para estudiar cuerpos con un estado de conservación similar, fue necesaria la fabricación de un féretro de madera sin clavos y de unas dimensiones muy concretas

Este cambio vino motivado por el hecho de que la urna en la que se conserva el santo, donada por la reina Mariana de Neoburgo en 1692, presenta en su superficie exterior diferentes tipos de chapas e hilos de plata. «En esta urna no podía obtenerse la tomografía porque las imágenes tendrían mucha distorsión producida por los adornos metálicos», apunta el estudio, cuyas conclusiones, según la Archidiócesis, no contradicen ninguno de los elementos que la tradición venía atribuyendo a la vida e historia de uno de los santos más queridos por los fieles.

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