Es una obviedad que la selección argentina tiene una carta fundamental: el diez. Pero el manejo de la paciencia para encontrar el momento oportuno logró evitar la desesperación ante un rival rocoso.
Por infobae.com
La palabra paciencia nace del latín Patiens, el que padece. Parecería estar emparentada con el sufrimiento, pero en la práctica, el paciente es el que no se desespera, cuida, espera el momento, no se deja llevar por su antagonista, la impaciencia. Y ese caminar se transforma en esperanza.
Los defensores no aparecían en escena, no había trabajo para Otamendi y Romero, menos para el arquero Martínez.
El jugador más perseguido de la noche fue el más claro y tras una pared encontró el hueco y astilló el muro. Aquella actitud de sosiego dejó de lado el pacecimiento y se transformó en felicidad y desahogo. Todo pareció resolverse. Era tiempo de esperar el complemento y con sagacidad y espacio ante australianos desesperados llegarían más goles.
Se perdió el equilibrio, los amarillos se desnudaron aún más, ya que su vocación ofensiva mostró la rusticidad de sus jugadores para definir. Un desvío de Fernández permitió achicar la diferencia. Fue el momento del todo o nada. Del ida y vuelta en el que Messi siguió corriendo y dejándolo solo a Lautaro Martínez, quien erró tres oportunidades.
El cuerpo no está preparado para estar en alerta constante. Se cansa, se desgasta, la paciencia se transforma en urgencia y ésta en descontrol. La templanza de aquella primera parte se transformó en miedo al error y los defensores argentinos entraron en alerta. Se respiró cuando Messi contraatacó y allí se vieron dos equipos. No hubo media cancha. Los australianos con sus torpezas, los argentinos reconstruyendo el equipo en distintos sectores.
En el último minuto se lo abrazó al Dibu Martínez como a Messi en el primer gol. Fue una descarga explosiva ante los fantasmas del empate.
Se festejó un triunfo como se debe. Es lógico. La Argentina fue mejor y tuvo en la cancha el mejor futbolista del espectáculo… Messi
Un aprendizaje más en esta sinuosa y nerviosa Copa del Mundo para la Argentina. A la paciencia se puede recurrir. No es una muestra de debilidad, sino un camino hacia la sabiduría.