Lo de Pedro Castillo ha sido un episodio caricaturesco que deja la interrogante de cómo los coterráneos de Cesar Vallejo, de Mario Vargas Llosa, y también de Chabuca Granda, confiaron el poder a alguien enciclopédicamente ignorante, pero ungido como redentor de los marginales. Sus presuntas malas mañas no sorprenden vistos los antecedentes de algunos de sus predecesores.
Cabe preguntarse a qué obedece que Perú y otros de nuestros pueblos eligen mandatarios de esta naturaleza. Entre otros factores, la respuesta común suele ser la desigualdad social y económica. Pero no es cierto, la desigualdad es una realidad, mas no una causa. La raíz real es la creencia popular de que solo un gobierno, benefactor y dador, vendrá a rescatar a su pueblo de la pobreza. La ignorancia de que los gobiernos no generan bienes y dinero para repartir y, al contrario, suelen ser parasitarios de quienes sí invierten y producen.
Como en otras cosas importantes, todo radica en la ausencia de educación ciudadana, que permita distinguir entre un charlatán populista y un estadista responsable de sus actos.