El análisis sobre la recuperación económica de Venezuela se concentra básicamente en el flujo de dinero hacia sectores específicos donde la estructura de poder dominante posee inversiones; también se incluyen elementos tales como la presencia de productos en anaqueles, disminución de la inflación (hiperinflación), impresiones sobre la confianza en Venezuela y por supuesto la producción petrolera.
Con excepción de los productos en anaqueles, el resto de esas variables han formado parte del tradicional círculo vicioso por un tiempo quizás y no menor de 55 años, siendo el resultado siempre las “crisis económicas” venezolanas.
Mientras crisis y crisis azotan a Venezuela muchos países calificados como pobres, subdesarrollados o tercermundistas, han logrado superar sus problemas y ser hoy día sociedades de bienestar. Venezuela se presenta al mismo tiempo como un país donde todos los elementos de valoración son básicamente sobre los estados de ánimo, percepciones sentimentales, de nostalgia, y por qué no decirlo, un sentido de pertenecer y permanecer en lo que es nuestro país.
Bajo este escenario, el no acoplarse a una narrativa en la cual los venezolanos estamos experimentando mejorías en todos los ámbitos del quehacer nacional, es ser tildado de pesimista y quizás antipatriota; pero lo cierto es lo opuesto. El escalofriante panorama sobrepasa la generación presente.
Resulta que en Venezuela existe una economía para ciertos sectores de las tres o cuatro ciudades más grandes, acomodándose dentro de cada una, justamente una al lado de la otra, los comercios informales tanto por disminución de las ofertas de empleo como de la deslocalización de las cadenas de producción, rodeadas estas de economías que se establecen por gigantescas masas de población, con el único propósito de sobrevivir.
También están las economías de las instituciones públicas, empresas del Estado para la prestación de sus “servicios”. Por otro lado las economías que corresponden a algunos productores agropecuarios, en los campos más aptos y protegidos para realizar dichas actividades.
Está la economía de los bancos con su función básica de intermediador financiero muy debilitada; las economías de las empresas de telecomunicaciones y las de cualquier contratista buscando el goteo. Sobre los servicios públicos que no sirven, también se genera una economía muy a menudo para controlar los gastos.
En cuanto al sistema educativo, se observa un flujo de dinero modesto pero demandado por todos, más complicado aún, cuando los sueldos se establecen en una moneda nacional que se devalúa diariamente, mientras transmiten contenidos a niños y adolescentes. No muy lejos, los componentes para garantizar la salud de los venezolanos, se someten a tres pilares buscando sobreponerse a sus atribuciones: pilar institucional (rector, contralor y regulador), de producción y comercialización, y las decisiones ejecutivas.
Frente a todo, incluso la construcción de un Estado con poderes públicos independientes, que garanticen la seguridad de la nación, es fundamentalmente la tarea cuya iniciativa recae en una sociedad civil orientada a ejercer con conocimiento y responsabilidad la función de contrapeso.
@abrahamsequeda