El asesinato de una joven a manos de su pareja, quien la descuartizó y esparció sus restos en un bosque de Nueva Delhi, arrojó luz sobre la brutalidad que pueden alcanzar los crímenes en la India contra las mujeres que, desprotegidas por el sistema, afrontan a menudo la incomprensión de sus familias.
Shraddha Walkar fue estrangulada hasta la muerte el pasado mayo, pero no fue hasta el pasado noviembre cuando se encontró su cadáver cortado en 35 pedazos cerca de su domicilio en capital india.
La prensa se hizo eco del caso no solo por la violenta forma en la que fue asesinada, sino por la escasa protección que gozó de las autoridades indias cuando fue a denunciar en 2020 por agresión y amenazas de muerte a su futuro homicida.
Pese a que su familia, de origen hindú, se negó a aceptar su relación con un hombre musulmán, tampoco brindó apoyo a Walkar una vez se atrevió a contar su penitencia, por lo que se vio obligada a retirar la denuncia contra su pareja 21 días después.
Además de reabrir el debate sobre la “jihad del amor”, un término acuñado por grupos extremistas hindúes con el que acusan a musulmanes de atraer a mujeres para casarse con ellas y convertirlas al islam, este crimen sentó el precedente para dar mayor visibilidad a los brutales asesinatos de mujeres que le sucedieron.
Apenas unos días más tarde, el cuerpo desmembrado de una mujer fue encontrado en una aldea en el estado norteño de Uttar Pradesh que, según la versión oficial, podría haber sido asesinada por una ex pareja después de no querer divorciarse de su marido para casarse con él.
EL “NO”, UNA DERROTA INACEPTABLE
Negarse a aceptar un “no” suele ser el motivo principal por el que un hombre ejerce la violencia sobre una mujer en toda sociedad patriarcal, pero en los últimos años la tendencia de crímenes contra las mujeres ha ido en aumento en la India.
El último informe de la Agencia Nacional de Registro de Delitos (NCRB) reveló que en 2021 se registraron 428.278 denuncias de mujeres en todo el país, lo que supone un incremento del casi un 15 % con respecto al año anterior, con 371.503 casos.
“Porque ellos no aceptan un ‘no’, te presionarán, te intimidarán, harán lo que sea” ya que la negación “es una especie de derrota para ellos”, indicó a EFE Ranjana Kumari, una de las más reconocidas activistas de derechos de la mujer en la India.
La activista señaló que, pese a que las mujeres indias son cada vez más conscientes de su independencia, el nivel de agresividad en los crímenes contra las víctimas incrementa, ya que los hombres todavía sienten que el cuerpo de las mujeres les pertenece.
“Los hombres tienen el poder no solo de acabar con tu vida, sino de acabar con tu vida de la manera más brutal”, apostilló.
SI NO ES LA PAREJA, ES LA FAMILIA
Pero negarse a aceptar la independencia de una mujer es también difícil de asimilar en muchas familias indias, que todavía deciden asuntos relevantes a espaldas de su voluntad, como con quién debe contraer matrimonio.
El cuerpo de Aayushi Chaudhary fue encontrado a finales del pasado mes en una maleta, en un caso que la policía tachó de supuesto asesinato por honor, después de que la víctima se casase con un hombre de una casta diferente.
Si una mujer se rebela y “decide con quién quiere casarse, entonces se considera que rompe o viola el honor de la familia”, lo que desemboca, en el peor de las casos, en el asesinato para redimir el daño irreparable causado por ir en contra del deseo de sus padres, explicó Kumari.
FALTA DE EMPATÍA
Más allá de esta situación, cuando una mujer denuncia que no quiere estar más con un hombre y relata episodios de maltrato, a menudo se encuentra con una familia que normaliza los comportamientos y obliga a la víctima a seguir al lado de su agresor.
“La familia no respalda a las niñas para apoyarlas, por lo que se han vuelto totalmente indefensas” a la hora de denunciar situaciones de violencia o maltrato en el núcleo matrimonial, subrayó.
A la falta de apoyo familiar, se suma un sistema incapaz de proteger a las mujeres. Cuando Walkar denunció a su pareja, la Policía “ni siquiera pensó en llamar a ese hombre y hacerle preguntas”, un simple gesto que podría haber salvado su vida, sentenció la activista.
EFE