“Puede fallar”, decía el mago Tusam en la década de los ’80 y ’90 al hacer trucos riesgosos. La consagración de Argentina en Qatar con Lionel Messi como máximo estandarte llevó a muchos fanáticos a registrar en su piel aquel glorioso momento, pero el ilusionista tenía razón.
Por Clarín
Los tatuajes, dicen, deben ser bien pensados, diseñados y hechos por expertos, ya que, se sabe, son para toda la vida. El adorno corporal estará ahí hasta que ni la piel quede. En las redes sociales se viralizaron los peores retratos del 10 argentino con la tan ansiada Copa del Mundo.
Uno de los primeros que circuló fue un dibujo del rosarino de perfil besando el trofeo. Sin colores ni demasiados detalles, pero llamativamente flaco y con su mano izquierda desproporcionada respecto del resto de su cuerpo. Las tres estrellas y la fecha de la final con Francia decoran a un casi raquítico Messi en su hora más gloriosa.
Otro, mejor logrado desde el cuello hacia abajo, sosteniendo la Copa, claro, estuvo cerca de no figurar en el listado de los fallidos tatuajes. En este caso, la prominente nariz con la que el ex Barcelona fue reproducido en la pierna de un fanático hace dudar si se trata del 30 del PSG o de algún conocido que siempre quiso ser él.
El tercero que apareció, ya en colores, junta características de los dos anteriores. La preocupante flacura de sus brazos que sostienen la Copa del Mundo, llamativamente grande, aunque, eso sí, con sus conocidos tatuajes al detalle.
Messi no es demasiado fornido, pero tampoco tiene problemas de alimentación.
El rostro que logró el tatuador, por su parte, parece acercarse más a un homenaje a Fabián Cubero, campeón sub 20 en Malasia 1997, que al capitán argentino, consagrado para la eternidad también en Asia, pero en Qatar.
La frase del goleador al neerlandés Wout Weghorst luego del partido por los cuartos de final, “qué mirás, bobo”, no podía faltar.
Si faltó, en el tatuaje en cuestión, más precisión para plasmar el rostro de Messi. Más parecido a un boxeador, con nariz chata y pómulos inflamados y una incomprensible reproducción de la camiseta argentina, el insulto más famoso de la historia de los Mundiales quedó inmortalizado en ese cliente.
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