Los traumáticos años de movilizarnos en camiones de estaca, afortunadamente, han pasado. Fue un período muy duro, nos tocó ver muchos accidentes y, obviamente, atravesar múltiples incomodidades para embarazadas, estudiantes y personas mayores. Esos años fueron, como lo expresé en otra oportunidad, la confluencia de la hiperinflación con esquemas tarifarios inflexibles que hicieron económicamente inviable un servicio tan importante. Si hemos visto reactivarse líneas y rutas ha sido porque el sector volvió a tener algo de rentabilidad.
No obstante, no hay que perder la perspectiva. Aún persiste la inflación y el deterioro del poder adquisitivo del salario y las pensiones han provocado que los escasos 0.25$ que hoy se pagan de pasaje, al cambio oficial, se vean poco desde los ojos del chofer y mucho desde los ojos del pasajero. De hecho, en realidad el pasaje urbano ha tenido una baja importante en su costo, hace 7 meses el pasaje costaba 0.50$, la diferencia se nota solo en bolívares porque cada vez se necesitan más bolívares para pagar los mismos dólares.
Alguien podría decir que todo lo dicho es una “realidad nacional” y que “nada podemos hacer” en Libertador para corregir esos entuertos. Quienes así piensan son los que se sienten cómodos viendo la grama crecer, los que no pueden hacer nada frente a la adversidad más que sufrirla (o causarla, en el caso de los funcionarios del gobierno). En AD “en resistencia” vemos las cosas desde otro ángulo, si llueve, hay que usar paraguas, si hace sol, hay que ponerse gorra, y la inacción de los gobernantes se soluciona cambiándolos.
Hoy, tenemos un alcalde que no reclama que solo contadas veces llega gasolina subsidiada a la Estación de Servicio El Caney y, cuando llega, las unidades de transporte por puesto son excluidas de surtir de forma inexplicable. Se inaugura una “Casa del Transportista”, con show, ministros y fotos, pero los precios de insumos y productos vendidos por esa dependencia del gobierno municipal son más altos allí que en cualquier tienda privada y tampoco existen opciones de compra programada o a crédito que favorezca de alguna manera a los transportistas.
Se conmina a las unidades a pagar “revisiones”, a pegar calcomanías con material propagandístico alusivo al alcalde Oscar Orsini, a gastar por ese concepto en dólares y, luego, cuando los transportistas por puesto exigen derechos o apoyo, no se les reconoce como transporte público. Buenos solo para meterle la mano en el bolsillo.
El régimen tarifario, en medio de una economía bimonetaria no puede anclarse a la referencia de bolívares pulverizados. Como lo hemos indicado, la tarifa en bolívares en medio de la inflación derivó en que en estos últimos meses el pasaje pasará al cambio de 0,50 a 0,25 dólares. En la ruta por puesto de Unión Pira Pira, que cubre Tocuyito – San Pablo Valey, ida y vuelta representaban 4$ y hoy son 2$, estamos hablando de un trayecto de 10 kilómetros cuyo gasto de gasolina es sustancial. Hoy los transportistas están gastando lo mismo que ganan solo en combustible, no es necesario ser adivino para ver cada vez más cerca, de nuevo, al camión de estaca. Corregir esto implica, no hay otra, fijar el costo del pasaje al dólar de conformidad a la tasa diaria del Banco Central de Venezuela, pero las autoridades municipales siguen viendo la grama crecer.
Las matemáticas son elocuentes, si los transportistas no ven rentabilidad en su oficio, si gastan más de lo que ganan, se dedicarán a otra cosa. Sin transporte, los vecinos tendrán que caminar kilómetros para hacer sus labores diarias, particularmente comunidades como San Pablo Valey. Y, vale decir, en ese extenuante esfuerzo estarán todos, incluyendo embarazadas, personas con discapacidad, niños y ancianos.
Hay quienes podrían decir que mis palabras parecen estar a favor solo de los transportistas pero no, estoy a favor solo del sentido común. Sin transporte público, en un municipio que no tiene muchas industrias, que no tiene universidades y tecnológicos, que no tiene un hospital, ni Saime, ni Seniat, ni tribunales, ni registros, ni notarias y con muy pocos bancos significa que nos tocará caminar. El pasaje de transporte público más caro es el que se paga con sudor e insolación.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica