Una multitud de romanos y turistas despidió esta semana a Gina Lollobrigida, fallecida el pasado lunes a los 95 años. El funeral de la actriz se celebró en la basílica de Santa María en Montesanto, conocida como la Iglesia de los Artistas, situada en la céntrica Plaza del Pueblo de Roma. La diva italiana fue velada durante tres días en el palacio del Campidoglio, sede del ayuntamiento de la capital italiana, hasta donde se acercaron muchos compañeros de profesión, políticos y personajes del espectáculo para dar su último adiós a la ‘Bersagliera’, como se la conocía en Italia. «Roma, la ciudad que amaba, sabrá recordarla como merece», comentó el edil, Roberto Gualtieri.
Por La Razón
En la primera fila de la cámara ardiente, acompañando el féretro de la intérprete, estuvieron en todo momento su histórica representante, Tiziana Rocca, su hijo Andrea Milko Skofic y su nieto Dimitri, con quienes no tenía apenas relación desde hace años, así como su exmarido, el empresario español Javier Rigau, con quien mantuvo una lucha en los tribunales, y que fue increpado por los admiradores de la actriz que se acercaron para despedirla. «¡Vergüenza! ¡Vete a tu casa!», gritaron mientras abandonaba la iglesia.
No estaba presente, sin embargo, Andrea Piazzolla, su asistente y la persona que estuvo a su lado durante los últimos diez años, a quien la familia acusa de haber dilapidado el patrimonio de la actriz. «No voy al funeral porque es una vergüenza», confesó Piazzolla al diario «La Repubblica». «Si hubiera ido habría tenido que echar a patadas a Javier Rigau, porque es esto lo que Gina habría querido que hiciera. Ni su hijo, ni su nieto ni Rigau tienen el más mínimo respeto hacia ella», lamentó.
El malestar entre la familia y los amigos de la protagonista de ‘Pan, amor y fantasía’ (1953) con quien fuera su último marido fue evidente también durante las exequias.
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