Son reiterados los ataques del régimen de Nicolás Maduro contra la iglesia. Las descalificaciones a sus jerarcas no se han hecho esperar. Los obispos – como Monseñor Víctor Basabe, administrador apostólico de la diócesis de Barquisimeto- han interpretado las angustias y el sentimiento popular de las personas de todos los estratos, en una actitud profética de denuncia de la triste realidad venezolana.
Mientras, la vicepresidenta Delsy Rodríguez se muestra iracunda y fuera de sí, lanzando a todo pulmón ataques contra la iglesia acusando a los obispos de “demonios con sotana”. Nada nuevo porque el finado Hugo Chávez lo repetía a cada momento cuando la iglesia se hacía parte del clamor popular y a través de sus clérigos expresaba las angustias.
Se demuestra claramente lo irracional y sensible de un régimen que no tolera la crítica evidenciando el carácter totalitario de unos gobernantes que niegan la dignidad de la persona humana, la libertad y la justicia valores supremos a los que todos tenemos derecho en Venezuela, un país sin ley.
Muchos caen en la trampa y se prestan con acción y omisión y les hacen el coro a los que, con persecución, el descrédito y el ataque sistemático, intentan callar a la iglesia que se hace eco de sus hijos que sufren un verdadero e interminable tormento.
Nuestros valientes obispos no están al lado de un partido político o de un sistema económico determinado. Ellos tienen la tarea de denunciar la presencia del pecado de la injusticia y de la violencia que hoy guía la sociedad venezolana y que, por supuesto, viene de los infiernos donde se haya enquistado el régimen del cuestionado presidente Nicolás Maduro.
La fuerza de la iglesia no está en el poder del dinero, en las armas, en colectivos armados, está en la verdad que es lo único que conduce a la libertad plena del hombre.
Por eso toda la iglesia condena la violencia que usan para intimidar y aplastar a todos los que señalan la difícil situación que estamos viviendo en Venezuela.
Hay que ver los problemas del país a la luz del Evangelio. Decía el papa San Juan Pablo II en el texto Palabras de Vida “la iglesia no necesita recurrir a sistemas o ideologías para amar, defender y colaborar con la liberación del hombre”.
Nuestros prelados predican la conversación profunda del hombre combatiendo en el interior el odio, el resentimiento, el egoísmo, la intolerancia, la mentira permanente que son el producto de la perversión de las instituciones que hoy tenemos.
Nuestros valientes sacerdotes, obispos y laicos comprometido tienen siempre presente este salmo: “el señor es mi fuerza y mi salvación ¿A quien temeré?”
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