Musharraf, el dictador paquistaní que ayudó a EEUU en la guerra contra Al-Qaeda tras ataque del #11S

Musharraf, el dictador paquistaní que ayudó a EEUU en la guerra contra Al-Qaeda tras ataque del #11S

El ex presidente de Pakistán y jefe del partido político de la Liga Musulmana de Pakistán (APML), Pervez Musharraf, saluda al llegar para presentar su manifiesto del partido para las próximas elecciones generales en su residencia en Islamabad el 15 de abril de 2013. REUTERS / Mian Khursheed / File Photo

 

El general y expresidente paquistaní Pervez Musharraf, que murió este domingo en el exilio a los 79 años, quedará para la historia como el último dictador de Pakistán, fuerza clave que sirvió a Estados Unidos para la guerra contra Al-Qaeda tras el ataque del 11 de septiembre.

“Me he enfrentado a la muerte y la he derrotado varias veces en el pasado porque el destino y la suerte siempre me han sonreído. Solo rezo para tener más que las proverbiales nueve vidas de un gato”, escribió el exdictador en su autobiografía “En la línea de fuego”(2006).





El general de cuatro estrellas llegó al poder en 1999, poco después de haber sido destituido como jefe militar por el entonces primer ministro, Nawaz Sharif, con un incruento golpe de estado, el último vivido por la nación asiática que ha pasado varias décadas de sus 75 años de historia bajo el poder militar.

En pocas horas, Sharif fue apartado del poder, Musharraf asumió el mando del Ejecutivo, se proclamó presidente en 2001, cargo que ratificó en un controvertido referéndum en 2002.

Los atentados del 11 de septiembre de 2011, ocurridos meses después de la legitimación de su poder en el país, determinarían el rol geopolítico que el estratega militar estaría por cumplir.

ALIADO DE EEUU

Pakistán pagó también los platos rotos de su vecino Afganistán, que bajo el primer régimen de los talibanes, servía de refugio a los líderes de al-Qaeda, y desde donde se dirigieron los ataques.

Pakistán recibió un mensaje de la Administración del entonces presidente George W. Bush, que decía “o estás con nosotros o estás contra nosotros”, dijo Musharraf que al decidir convertirse en un aliado de los EE.UU quedó en la primera línea de batalla.

Las consecuencias, por supuesto, también las enfrentó Pakistán.

La invasión de Afganistán por las fuerzas internacionales, liderada por Estados Unidos, obligó a la fuga de los talibanes y la caída de su régimen, con muchos de sus líderes y aliados, incluido Osama bin Laden, huyendo de regreso a Pakistán.

Los bombardeos dirigidos con drones desde el suelo paquistaní por los estadounidenses, con el apoyo de Musharraf, no solo obligaron a los talibanes a huir a través de la frontera sino que alcanzaron también Pakistán con miles de víctimas, cientos de ellos civiles.

La posición del dictador frente a la guerra se convirtió también en un riesgo contra su propia integridad, con las fuerzas insurgentes considerándole un blanco de guerra.

“De repente, hubo una gran explosión y mi auto voló por los aires. Estaba cara a cara con el terror. Era el 14 de diciembre de 2003 y me dirigía a casa del Army House después de haber aterrizado en Islamabad unos minutos antes”, relató en sus memorias sobre uno de los dos atentados que sufrió en ese periodo.

EL PAKISTÁN DEL PROGRESO

Durante el mandato de Musharraf, Pakistán dio muestras de desarrollo en los campos económico y social, con un crecimiento económico anual del 7,5%, que sigue siendo el nivel más alto en casi tres décadas, según datos del Banco Mundial.

Sus políticas económicas fueron elogiadas por instituciones financieras locales e internacionales.

En su mandado se permitió también una proliferación de canales de televisión privados sin precedentes, y los canales de televisión privados aumentaron de cero a 70 para 2008, el último año de su mandato.

Sin embargo, la imposición de un estado de emergencia en noviembre de 2007 resultó ser una decisión fatídica para su mandato.

El general intentó suspender la Constitución y reemplazar al presidente del Tribunal Supremo, Iftikhar Chaudhry, lo que lo enfrentó con la oposición y se convirtió en el motivo por el que afrontó más tarde un caso de traición.

La popularidad, que se ganó por sus políticas en los campos de la economía y la modernización del país, comenzó a hundirse. En agosto de 2008, Musharraf anunció su dimisión en un largo discurso defendiendo las decisiones que había tomado.

El exgobernante militar formó su propio partido político, la Liga Musulmana de Pakistán, y prometió volver al poder, pero el Gobierno del recién electo primer ministro Nawaz Sharif, el mismo que Musharraf echó del poder en 1999, se lo impidió.

Musharraf fue juzgado por un tribunal especial por el delito de traición. Aunque el tribunal lo condenó en 2019 a la pena de muerte, marcando la primera vez en siete décadas de historia como país que un dictador militar es condenado por sus acciones, el dictamen fue anulado el año siguiente por Alto Tribunal de Lahore.

Musharraf estaba siendo tratado en Dubai, donde residía, por amiloidosis, una rara enfermedad que se produce por la acumulación en los órganos de una proteína llamada amiloide, lo que altera el funcionamiento de los tejidos y provocan disfunciones.

EFE