La conexión neuronal entre Jack “El destripador” y Teresa de Calcuta

La conexión neuronal entre Jack “El destripador” y Teresa de Calcuta

“Nadie nace siendo Jack ‘’El destripador’’ o la Madre Teresa de Calcuta. Pero los dos probablemente heredaron genéticamente una cosa igual: un sistema nervioso, emocional, un cerebro muy potente, por así decirlo. Con mucha reactividad emocional”, dice Morgado FOTO: AP

 

El cerebro requiere de combustible constante. Nace como un lienzo en blanco y con el paso de los días, años, lustros y décadas y se va animando a base de pinceladas que modelan a golpe de experiencias, estímulos e información. Nunca se encontrarán dos iguales. Más de 85.000 millones de neuronas trabajan en un órgano que pesa algo menos de kilo y medio (100 gramos más el del hombre). Es la esencia de nuestra existencia, el encargado de dar sentido a nuestros actos y a nuestras percepciones. Así lo desgrana el neurocientífico Ignacio Morgado en su nuevo libro «El cerebro y la mente humana» (Ariel) donde disecciona de manera divulgativa el cómo es y cómo funciona el órgano más estudiado de la historia.

Por larazon.es

«Es tremendamente plástico, el 80% de las neuronas cambian su funcionamiento cuando asumimos experiencias nuevas. Según cambia el cerebro, lo hace también nuestra mente y como consecuencia nuestro comportamiento. Actuamos de manera diferente según aprendemos nuevas cosas», subraya el catedrático emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Pero, ¿cómo se genera la mente? ¿Qué mecanismos participan en la formación de la personalidad? ¿Por qué la inteligencia no es homogénea? Ante tantas dudas sobre el órgano que define quiénes somos, este experto lo tiene claro: «Nunca habrá dos cerebros idénticos ni todo el mundo utilizarás las mismas capacidades. Cada persona aprende de una manera. El cerebro es una base que se va conformando en función de la herencia genética y que se moldea con el paso del tiempo según los factores externos con los que se topa cada individuo», subraya.

¿Y las disfunciones que hacen a un ser humano convertirse en un psicópata? ¿Por qué se producen estas anomalías? o ¿realmente no son anomalías sino una forma más de expresión genética y conductual con consecuencias terribles? «Nunca se ha podido entrar en la mente de un asesino, de un psicópata. Se ha analizado el cerebro de varios tras su muerte y a nivel anatómico, no mostraba aparentes diferencias con otros que consideraríamos normal. Lo que sí hemos detectado a base de mucha investigación es que, para empezar, el psicópata es una persona que no tiene empatía, es decir, de entrada, no tiene ese malestar que todos sentimos cuando algo va mal, cuando alguna persona está sufriendo o cuando hacemos daño a un tercero. Por otro lado, muchos psicópatas son especialmente inteligentes, capaces de planear sus ‘’hazañas’’, para que no les pillen», puntualiza.

Falta de empatía

Pero, ¿de dónde nace esa falta de empatía, ese deseo de hacer el mal? ¿Es aprendido o genético? «El psicópata es una persona diferente, con sentimientos, empatía, capacidades mentales e inteligencia diferentes. Existe un componente genético al que se añade otro educacional», dice el experto. Y pone un ejemplo que seguro que les choca: «Nadie nace siendo Jack ‘’El destripador’’ o la Madre Teresa de Calcuta. Pero los dos probablemente heredaron genéticamente una cosa igual: un sistema nervioso, emocional, un cerebro muy potente, por así decirlo. Con mucha reactividad emocional, gran capacidad de reaccionar emocionalmente. Los dos. Sin embargo, Jack fue educado en un ambiente en el que esa reactividad emocional la dirigió hacia la violencia y el crimen, mientras que la Madre Teresa, esa misma reactividad emocional que heredó la dirigió hacia la bondad».

Por lo tanto, la interacción, según insiste el neurocientífico entre lo heredado y lo aprendido, entre los genes y la cultura, es lo que marca la distinción, el límite entre hacer el bien o el mal. Entre convertirse en un ser socialmente adaptado o un «outsider».

Lo que, en palabras de Morgado, sí se ha encontrado al analizar el cerebro de algún psicópata es una notoria «falta de serotonina, lo cual puede hacer a la persona ser propicia a la violencia».

Los adictos

Algo similar ocurre, según relata el catedrático, con las personas con algún tipo de adicción. De igual modo es el factor genético el que determinara una potencial adicción y los factores ambientales lo que desarrollarán el «enganche». «Se sabe muy bien que la predisposición a ser adicto, por ejemplo, al alcohol, es genética. Si dos amigos van todos los fines de semana a emborracharse, ¿por qué uno de ellos se vuelve alcohólico y el otro no, a pesar de que los dos tengan la misma conducta de a la hora beber? Lo que ocurre es que el que se hace alcohólico presenta una carga genética heredera que le hace propenden a la adicción al alcohol», apunta el autor.

Eso sí, matiza que el hecho de tener esa herencia genética no implica que la persona en sí se convierta en alcohólica, lo que sí es probable es que si coqueta con esta droga acabe cayendo.

«Puede que tengas los genes que propenden a la adicción al alcohol o al tabaco, pero si nunca fumas, si no, nunca bebes, es decir, no te expones a la sustancia, no vas a convertirte en adicto ya que esta se produce cuando la ingieres repetidamente. Es entonces cuando comienza a cambiar tu cerebro. En resumen, es una combinación de genética y comportamiento».

Una vez el cerebro hace «clic» comienza a modificarse, pero ¿cómo y con qué consecuencias? «Se producen cambios en el funcionamiento de las neuronas, en las conexiones entre ellas y en la síntesis de los neurotransmisores, es decir, en la fabricación de las sustancias químicas del cerebro que funcionan como receptores de los neuróticos», puntualiza. En definitiva, son cambios de tipo biológico, fisiológico, molecular y químico que lo que provocan es una necesidad imperiosa de consumir la droga en cuestión.

Cuando la mente hace «clic»

Las consecuencias llegan cuando las neuronas del cerebro se acostumbran a ese nuevo mecanismo, a funcionar con esa sustancia nociva y la integran en su funcionamiento, en su modo de trabajar. Por eso, dice Morgado, «cuando se frena el consumo, las neuronas la echan de menos y entonces funcionan de otra manera y producen lo que se conoce vulgarmente como ‘’el mono’’ que deriva en alteraciones emocionales». Y es que la adicción altera el funcionamiento del cerebro, un mecanismo que funciona cual reloj suizo y que no es ajeno a cualquier estímulo externo.

Los datos que Morgado presenta en su libro son, cuanto menos, curiosos. Por ejemplo, afirma que durante el sueño o la inconsciencia nuestro cerebro no deja de funcionar, sino que lo hace de una manera diferente y es en esa fase cuando se produces hecho clave para el desarrollo del mismo. Se trata de un periodo en el que se generan nuevas memorias las cuales se suman a las ya existentes. «Durante el sueño se genera un conocimiento que supera a la suma del preexistente. Por eso, no es de extrañar que cuando nos despertamos descubramos nuevas ideas o conceptos», apostilla.

Por todo ello, según asevera «muchas veces, mientras duermes, ocurre el fenómeno de ligar ideas. Esto es, cuando llevas varios días dándole vueltas a algún tema para el que no encuentras solución, de repente, al despertar, das con ella. Eso es porque durante el sueño se ha producido la reorganización de la información que hemos recibido cuando estamos despiertos. Es decir, que la información debe estar previamente, pero es tan solo durante la fase de inconsciencia cuando todo se reorganiza. Por este motivo el sueño es tan importante».

Los misterios del cerebro siguen siendo el mayor objeto de deseo de expertos como Morgado. Él continúa con sus investigaciones sabiendo que dar una explicación integral «a lo que se nos pasa por la cabeza» nunca será posible.

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