Alfredo Maldonado: Miedo

Alfredo Maldonado: Miedo

Sí, lo tengo. ¿Cómo no tenerlo? ¿Cómo no sentir miedo en Venezuela? No se trata de no poder saber ni poder planificar el futuro, ni de analizar con desconcierto lo que se vive alrededor, ni que se caiga el suministro eléctrico, ni que Internet sea bajito, ni que haya falta de agua en un país ahogad en ríos y lluvias, ni que los más debamos vivir con cada día menos, ni que el poder encarcele y torture a los delincuentes y a quienes con razón o sin ella piensen diferente.

Tampoco es cuestión de un malandraje que crece sin control, pero al cual estamos más o menos acostumbrados desde hace años.

El miedo al abandono, a que quienes gobiernan, dirigen, sean oficialistas u opositores reales o comprometidos bajo cuerda, sólo parecen atentos a sus respectivos ombligos y no quedarles tiempo ni interés sino para ellos, para programar sus futuros a cuenta nuestra. Miedo a que en este país que tenemos sólo parece contar el dinero, a que el Gobierno, incapaz y miope, sólo ve y aún quiere hacernos creer que Venezuela mejora porque hay algunas muy pequeñas zonas donde la prosperidad es cosa de exhibición, miedo a que no sólo hayamos sido perennemente imbéciles en política y sobre sus personajes y operadores, sino a que, a pesar del aumento de la pobreza y la decepción, sigamos siéndolo.





Miedo a salir a la calle a encontrarnos con esa realidad, a sentirnos envueltos en los despachos oficiales, en las oficinas bancarias, en los salones y pasillos de las empresas, en los vehículos de transporte público, en los centros de muy deficiente atención a la salud, en los institutos de educación privada y pública, donde vayamos y estemos, en ese ambiente de estupor porque a nadie parecemos preocuparle.

Miedo a que no sea sólo un asunto de predisposición política, y de desmoronamiento de una cultura de pueblo que vivió siempre de pasados gloriosos y sus héroes sólo superficialmente estudiados, sino característica de nación, de ciudadanía, demasiado tiempo incompleta, de no ser país de formas de pensar sino de caudillos que hablan mucho y hacen muy poco, excepto por disfrutar la fuerza y el enriquecimiento propios. Mientras puedan, haciendo lo que haya que hacer para poder más.

Miedo, camaradas, compañeros, a que la única manera de mejorar nosotros y nuestros hijos, sea irse del país a buscar quienes nos enseñen a asumir los retos.

Miedo a ser venezolanos en Venezuela.