Después de catorce años se han abierto las puertas para la realización de elecciones de nuevas autoridades en la Universidad Central de Venezuela. Han sido años en que ha prevalecido un asfixiante sopor institucional causado por la inimaginable situación política y social que ha corroído los cimientos de la institución que otrora fundamental para construir lo mejor de lo que fue nuestro país. Mediante negociaciones se ha elaborado un reglamento de elecciones transitorio aceptado por el Ejecutivo, el TSJ, autoridades universitarias y grupos de profesores que gozan de cierta influencia.
El gobierno también ha emprendido un plan de mejoramiento de la infraestructura de la Ciudad Universitaria. A través de una “Comisión presidencial para la recuperación de la UCV” se ha cortado la maleza, se han pintado paredes, arreglado líneas eléctricas y sistemas de aire acondicionado, impermeabilizado techos, etc., para “demostrar al mundo el milagro de recuperar el campus universitario”, como afirmó un alto personero del gobierno al inaugurar los trabajos de recuperación de un mural de un afamado artista venezolano, pero no para mostrar el “milagro” de la recuperación académica de una institución terriblemente deteriorada y desmantelada en sus funciones de docencia e investigación.
No hay duda acerca de la necesidad y conveniencia de renovar a las actuales autoridades centrales y decanales y celebramos que el gobierno dedique recursos para recuperar la infraestructura del campus y subsanar el deterioro sufrido por acciones de violencia, pillerías y abandono de las cuales es responsable. Pero creer que la elección de nuevas autoridades y que se esté adecentando su imagen externa significa el resurgimiento de la universidad, es equivalente a afirmar que la existencia de nuevos bodegones, de un restaurante que pende de una grúa o que algunas personas puedan comprar un Ferrari, indica que “Venezuela se ha arreglado”.
No, la Universidad como centro de generación de conocimiento y de docencia de alto nivel está lejos de recuperarse. Quienes resulten electos para ocupar cargos de dirección en la UCV se van a encontrar con una institución terriblemente debilitada para el ejercicio de sus funciones fundamentales porque ha perdido buena parte de su personal docente y de investigación calificado, por el deterioro de su infraestructura para la docencia y la investigación, por la escasa dotación de bibliotecas y recursos de informática actualizados y un largo etcétera.
El haber logrado fijar una fecha para renovar a las actuales autoridades no es sino el principio de un largo camino que deberá transitar la institución que podrá lograrlo solo si se apoya en la capacidad y la responsabilidad de la comunidad universitaria.
Emprender un verdadero proceso de recuperación académica va más allá de la celebración de unas elecciones y de un maquillaje de las edificaciones. Habrá que corregir prácticas que se han enquistado durante más de medio siglo en el quehacer universitario. Habrá que aceptar que la universidad de los años por venir debe estar orientada académicamente y sustentada financieramente de manera distinta a la que nació en 1958. Sin dejar de estar interesado en la realidad política del país, el profesorado deberá internalizar que su principal función es ser un buen docente e investigador y actuar en consecuencia sin que medien otras razones más allá de su compromiso con la institución. Habrá de ser la fuerza de su potencial académico el mejor aval para exigir una consideración adecuada del gobierno y el reconocimiento sincero de la sociedad. Lograrlo por lo menos parte, será tarea de los profesores que conducirán a la institución.
“El destino de la Universidad se va a jugar a corto plazo” ha dicho recientemente un respetado profesor universitario. Coincido en que eso es verdad. Pero toca a quienes aspiren a dirigirla interpretar esa afirmación. Creo que nos estamos jugando la posibilidad de darle al país una Universidad que esté a la altura de las exigencias de hoy en día, una universidad que sea capaz de enmendar sus errores y combatir sus carencias, una universidad que no dependa de grupos interesados en lograr “poder” sin importar la función de la institución.
Por ahora estamos viendo en la UCV un remedo de lo que se aprecia en las llamadas “primarias” del país. Mucha gente quiere llegar al poder sin decir “para que” quiere ser Rector o Decano. Es decir, cuales proyectos o programas concretos proponen para reconstruir la universidad y como intentar llevarlos a cabo.
Aspirar a un cargo de Rector o Decano siempre ha debido verse como una responsabilidad trascendente y comprometedora y lo es aún más en estos momentos. Quienes dirigirán la universidad en el periodo que se avecina podrán hacerlo manteniendo la rutina establecida que ha sido causa de muchos errores o tratar de emprender nuevas acciones y enfrentar nuevos retos que hagan que la UCV sea nuevamente la “casa que vence la sombra”.
Profesor Titular de la UCV
Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales