Aplaudir hasta la extenuación o abuchear sin ningún tipo de reparo a los artistas y los humoristas que se suben al escenario. Así es como otorga premios el público del Festival de Viña del Mar (Chile), conocido como el “monstruo” y considerado por muchos como el jurado más difícil del mundo.
La inclemencia es tal que algunos artistas son expulsados del anfiteatro de la Quinta Vergara mientras el público corea “¡Que se vaya para casa!” y mueven sus pulgares hacia abajo, al más puro estilo Coliseo romano.
Es precisamente lo que le pasó la noche del martes a la comediante chilena Belén Mora, que abandonó el escenario entre pifias del público, que tiene un poder especial en este certamen pues al grito de “plata”, “oro” o “platino” reparte las “gaviotas” a los artistas.
“Los humoristas son los que se ponen más nerviosos y tienen más incertidumbre porque no hay medias tintas en la comedia de Viña del Mar. Es éxito rotundo o fracaso absoluto”, explicó a EFE Ricardo de la Fuente Puig, quien dirigió hasta en siete ocasiones el certamen, que celebra esta semana su edición número 62.
La falta de piedad ha sido tan grande en los últimos años que humoristas como Natalia Valdebenito se han visto obligadas a alzar la voz y pedir “respeto” hacia sus compañeros.
“Detrás de cada rutina hay mucho trabajo, y yo pido respeto para mis compañeras y compañeros”, reivindicó Valdebenito durante la pasada gala de los premios Caleuche.
“LOS MISMOS CHISTES DE SIEMPRE”
El festival, el más importante de Latinoamérica, apostó este año por un cartel que atrae mayoritariamente a un público joven, con muchos cantantes de música urbana, lo que obliga a los humoristas a renovar sus chistes y encajar con los nuevos oyentes.
“Hay comediantes que trabajan desde hace muchos años y siguen con los mismos chistes sobre la suegra, el físico o el maltrato. Hay que cambiar el chip y adaptarse a los nuevos tiempos. Un comediante debe estar renovado, con temáticas más actuales”, señaló a EFE Caroline Valenzuela, asistente del festival.
Javiera Montenegro, otra asistente, cree sin embargo que las nuevas generaciones son más “empáticas” con los humoristas: “Otros años ha habido personas más mayores y el monstruo se comió a varios artistas”, dijo a EFE.
El miedo a no conectar con el público estuvo detrás precisamente de una de las polémicas previas al festival: el comediante chileno Yerko Puchento suspendió su participación cuando la banda mexicana Maná se cayó del cartel y fueron reemplazados por la artista juvenil argentina Tini Stoessel.
Tanto Maná como Puchento tienen un público, por lo general, mucho más adulto que Tini y el cambio de cartel suponía para el humorista enfrentarse a un “monstruo” muy distinto al esperado cuando aceptó actuar en la Quinta Vergara.
UN PÚBLICO TAMBIÉN AGRADECIDO
Al ser un espectáculo televisado, el festival se ciñe a límites de tiempo bastante estrictos y los presentadores a menudo deben cortar las actuaciones de grandes artistas.
El “monstruo” no solo se manifiesta cuando se aburre, sino también cuando quiere seguir escuchando a sus cantantes favoritos.
De la Fuente era el responsable del festival cuando en 2005 los presentadores cortaron la actuación de la banda española de La Oreja de Van Gogh y el público reclamó de manera abrumadora.
“Pasaron 20 minutos bramando y no estaban dispuestos a parar. Los conductores intentaban calmar el ambiente, pero los asistentes no hacían caso”, recordó.
De la Fuente llamó personalmente al grupo y les suplicó que volvieran al escenario, aunque ya no tuviesen ningún instrumento enchufado, para que cantaran a capela su canción más famosa, “Rosas”, y calmasen al “monstruo”.
“La Quinta Vergara entera se vino abajo. Tanto que a uno de los componentes de La Oreja de Van Gogh lo enfocaron con lágrimas en los ojos”, señaló.
Pese a su dureza, el “monstruo” también es una audiencia que agradece el buen trabajo: “El público chileno no es nada fácil -concluyó De la Fuente-, pero cuando un artista se lo gana, lo hace para siempre”.
EFE