Un robot rescatista, una casa domótica y un oso de peluche con tecnología para la identificación de niños refugiados son algunos de los inventos con los que niñas y adolescentes latinoamericanas buscan romper estereotipos e inspirar a otras a explorar la ciencia.
“En Corinto todo eso de la tecnología, de la ciencia, es muy complejo, también que lleguen oportunidades o ayudas por el tema de la violencia, de la que yo fui una víctima, como muchas otras niñas”, dice a EFE la colombiana Ingrid Yuliana Guachetá, quien, pese a haber nacido en un caserío ajeno a la tecnología y en una de las zonas más azotadas por el conflicto armado, a los 14 años cumplió el sueño de ir la NASA.
Aunque ha vivido muy de cerca el drama de la guerra, ni la violencia, por la que perdió a su padre hace dos años, ni la escasez de recursos económicos y tecnológicos han mermado su interés por la ciencia, una fascinación que se ha empeñado en transmitir a otras niñas, en especial a las de los lugares más apartados.
“Trabajamos un proyecto para que, a pesar de la distancia, las niñas se empoderen para conocer un poco más sobre la ciencia en municipios como los de nosotros, en los que no es muy importante el tema. Son ferias, conferencias con personas que saben mucho, para que las puedan inspirar a ellas como nos inspiraron a nosotras”, explica Ingrid, quien viajó a la NASA dentro de un programa de la organización “She is”.
Como ella, otras adolescentes, organismos como ONU Mujeres o la Unesco, Gobiernos y sector privado buscan que cada vez más niñas y mujeres se vinculen a la ciencia y a la tecnología, dado que son áreas claves para la economía y el desarrollo social y la población femenina que estudia esas carreras sigue siendo minoritaria, con apenas un 35 % del total.
“Todavía persiste la concepción de que hay carreras ‘de hombres’ y ‘de mujeres’. Desafortunadamente, son muchas las niñas que aún crecen con esa concepción y no se ven a sí mismas estudiando una carrera o accediendo a oportunidades laborales en la ciencia”, explica a EFE María-Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe.
NIÑAS CURIOSAS, MUJERES CIENTÍFICAS
Gloria Esther Recinos, conocida en Guatemala como la niña inventora, recuerda cómo nació su “robot rescatista”: el 1 de octubre de 2015, cuando ella tenía 11 años, un alud sepultó más de dos centenares de residencias, dejando un saldo de 280 muertos, en un asentamiento humilde próximo a la capital guatemalteca.
“Esta tragedia me llevó a crear un prototipo de robot que se guiaba por la luz de una linterna y por instrucciones a control remoto. El robot podía meterse entre los escombros y detectar a una persona, indicando la posición exacta a los rescatistas”, relata la joven estudiante de Ingeniería Biomédica.
Gloria Esther, de 18 años, atribuye a la curiosidad su carrera prolífica en la robótica, en la que ha sido premiada por el diseño de una casa domótica, una prótesis robótica de mano y brazo y un proyecto de energías alternativas, que hizo a los 10 años y que se encuentra en exposición en el Museo de Ciencia y Tecnología de Ciudad de Guatemala.
“Mi mensaje para las niñas y adolescentes es que busquen algo que las motive y les cause curiosidad para mantener su mente trabajando y no quedarse atrás, sino seguir innovando en sus propias ideas, desarrollando mucho más la creatividad”, afirma.
Eso mismo dice la venezolana Alai Miranda, quien se acercó a la programación a los 6 años y es la creadora de “Alibubu”, un oso de peluche con un dispositivo inalámbrico en su interior que sirve para guardar los datos personales de niños refugiados que viajan por Europa solos y sin identificación.
“No todas las niñas tienen los mismos medios que yo tenía, la oportunidad de comprar muchos cacharros para hacer cositas, pero sí tienen curiosidad. Me gusta pensar que a muchas niñas que tienen acceso a internet la curiosidad les permitirá usarla de manera diferente y ser autodidactas”, añade esta joven residente en España.
Valtencir Mendes, jefe de Educación de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la Unesco, concuerda en que una herramienta principal de motivación es la curiosidad y por eso recomienda que familias y docentes fomenten el interés de las niñas por la ciencia “con actividades prácticas y experiencias que las involucren directamente en la investigación científica”.
CUESTIONES DE GÉNERO
“Yo no lo veo como que dependa de ser hombre o de ser mujer. Si alguien es mejor que yo en matemáticas no es porque sea hombre, es porque es una persona que simplemente tiene mayor habilidad”, dice a EFE la chilena Diana Ávalos, de 12 años y voluntaria de la Asociación de Mujeres Jóvenes por las Ideas (AMUJI), organización latinoamericana “de niñas para niñas” que promueve su protagonismo en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
“Yo tengo mayor habilidad en la ciencia y me molesta cuando se hacen divisiones de género”, subraya esta activista y apasionada por la astronomía al referirse a las brechas en STEM en América Latina.
Es que, aunque Latinoamérica y el Caribe es, junto con Asia Central, una de las dos regiones que se acerca a la paridad de hombres y mujeres investigadores, todavía existe una menor representación femenina en varios campos de la ciencia.
Por países, según datos de 2020 de ONU Mujeres, Argentina, Cuba, Guatemala, Panamá, Paraguay, Trinidad y Tobago y Uruguay han alcanzado la paridad en STEM. Venezuela logró atravesar el umbral, con el 60 % de mujeres investigadoras.
Costa Rica (42,8 %), Ecuador (41,1 %), Honduras (41 %), El Salvador (39,2 %), Bolivia (37,5 %) y Colombia (37,3 %) están acercándose. Mientras que en Chile, México y Perú las mujeres todavía representan menos del 34 % del total de investigadores.
PADRES Y DOCENTES, CLAVES PARA TENER MÁS NIÑAS CIENTÍFICAS
María Antonia Amundarain Álvarez, conocida como SuperToña, es a sus 7 años una estrella de la ciencia en YouTube, plataforma en la que enseña experimentos con materiales básicos para inspirar a otros niños.
“Cuando sea grande quiero ser astronauta porque quiero descubrir que hay vida en Marte”, dice esta niña colombiana, quien ha recibido un gran estímulo familiar para explorar la ciencia, especialmente de su madre, Erika Álvarez.
La idea es “meterles el chip a los niños y a las familias de que la ciencia es divertida y no se necesita un laboratorio. Muchas veces, por falta de tiempo o de recursos, la familia le delega esta tarea al colegio, pero realmente los valores y la formación empiezan desde la primera infancia”, dice la mamá de SuperToña.
La directora regional de ONU Mujeres coincide en que madres y padres “pueden desempeñar un papel clave en la promoción de la igualdad de género y el desarrollo” en la ciencia, así como el personal docente, que está llamado a capacitarse “en estrategias de enseñanza sensibles al género” para lograr la paridad en las carreras STEM.
En la misma línea, el experto de la Unesco Valtencir Mendes puntualiza que es “responsabilidad tanto del sistema educativo, como de la familias garantizar el acceso igualitario de niñas y mujeres a la educación y a las carreras STEM”, ya que una de las principales brechas de género en la región está en las áreas de tecnología y matemáticas, “las cuales se generan durante los primeros años de la niñez”.