La increencia campa en la vida contemporánea como una mentalidad para la que Dios no existe o, de existir, no es útil para la vida real.
Por El Debate
Esta afirmación late en los comportamientos del hombre de hoy y, tácitamente en el cristiano, influido por esta cultura indiferente y contraria a la iglesia y la fe cristiana. En el poema Los coros de la Roca, T.S. Eliot se pregunta «¿es la humanidad la que ha abandonado a la Iglesia, o la Iglesia la que ha abandonado a la humanidad?».
Del mismo modo, en la obra conjunta de Joseph Ratzinger y Hans Urs von Balthasar, Por qué soy cristiano/ Por qué permanezco en la Iglesia de la editorial Sígueme, el Papa emérito Benedicto XVI apunta cuatro razones que subyacen en la dramática pregunta del poeta británico y en la mentalidad del hombre de hoy, que desdeña el mensaje de la Iglesia o que, influido por la mentalidad común, termina por abandonar la fe y la pertenencia a la comunidad eclesial.
Eficacia sin conversión
“Hoy prácticamente sólo vemos la Iglesia desde el punto de vista de la eficacia, preocupados por descubrir qué es lo que podemos hacer con ella”.
“Hoy no es nada más que una organización que se puede transformar, y nuestro gran problema es el de determinar cuáles son los cambios que la harían «más eficaz» para los objetivos particulares que cada uno se propone”.
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