Más de un mes después del descarrilamiento de un tren de carga con materiales tóxicos en la localidad de East Palestine, en Ohio (EE.UU.), aún se evalúan sus consecuencias y están en marcha los trabajos de limpieza. Entretanto, sus habitantes continúan pagando las consecuencias a diario y piden a las autoridades que asuman su responsabilidad.
Por RT
Dolores de cabeza e irritación en la piel son algunos de los problemas que vienen sufriendo los vecinos, como resultado del desastre ecológico desatado por un tren de la compañía Norfolk Southern, que descarriló el pasado 3 de febrero. “El sábado después del accidente había un olor fuerte como a plástico quemado. Teníamos los ojos llorosos y la sensación de que nos ardían”, cuenta el residente Greg McCormick.
Si bien muchas de las consecuencias para la salud pueden ser considerados síntomas leves, la población local se muestra preocupada y teme que puedan llegar a desarrollar patologías y enfermedades más graves a largo plazo y por el posible impacto para la vida en este entorno contaminado. Algunos como Greg dejaron la zona por un tiempo y además limpiaron sus hogares lo mejor posible para escapar de los olores y los gases. Y aunque las autoridades aseguran que el agua es potable, los vecinos, como tantos otros, no se fían.
“La usamos para ducharnos y para fregar los platos, pero en cuanto a cocinar y beber no; solo usamos agua embotellada por seguridad. He ido más al doctor en las últimas 2 semanas que en los últimos 5 años”, confiesa.
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