El “síndrome K”, una falsa enfermedad tan contagiosa que ahuyentó a los soldados alemanes durante la II Guerra Mundial, salvó a decenas de judíos en el hospital de la Isla Tiberina de Roma, escenario de la última novela del escritor y sacerdote extremeño Jesús Sánchez Adalid, “Una luz en la noche de Roma”.
“Todo tenía tantas dosis de romanticismo, heroísmo y generosidad que me pareció novelesco e interesante para una trama”, relata el autor en el corazón del barrio judío de la capital italiana durante una entrevista con EFE poco antes de presentar su libro, editado por HarperCollins.
Reconocido autor de novela histórica, galardonado con premios como el Alfonso X por “Alcazaba”, Sánchez Adalid (Don Benito, 1962) recibió la primera pista de la historia en 2019, después de que el Vaticano desclasificara nuevos documentos referidos al papado de Pío XII.
Esos papeles describían la sofisticada trama que urdieron los doctores Adriano Ossicini y Giovanni Borromeo, del Hospital Fatebenefratelli, con la complicidad de la Santa Sede, mientras Roma se precipitaba al horror con la llegada de las tropas de Hitler.
En otoño de 1943, semanas después de la capitulación italiana, el peculiar edificio médico anclado en el río Tíber, que a diario fotografían los turistas en dirección al popular barrio de Trastevere, acogió a decenas de judíos contagiados de un virus, igual de irreal que peligroso, que impidió que los soldados alemanes identificaran a los pacientes.
“El hospital es un punto de referencia en la ciudad, todos los romanos lo conocen desde hace siglos. Allí se desenvolvió la cura de pandemias, momentos bélicos… Tiene más de mil años, es antiquísimo”, destaca el escritor.
Algunos de los supuestos pacientes, los más afortunados, lograron incluso recuperar la libertad después de que se les declarase por muertos y recibieran documentos con una nueva identidad.
“Aún queda un superviviente. Tiene más de 100 años. Hablé con él por teléfono porque había conocido a los protagonistas de mi trama”, recuerda.
Con los archivos del Vaticano, hasta ahora ocultos “por la inercia de la Iglesia” respecto a los secretos del pasado, y los documentos de la fundación Steven Spielebrg y del Gobierno Italiano, Sánchez Adalid pudo recrear la vida de algunos de los vecinos que esquivaron la redada del 16 de octubre de 1943, cuando las tropas de la Gestapo ingresaron en el gueto judío de Roma.
Así conoció el romance entre Gina y Betto, cuyo apasionado enamoramiento en una de las etapas más oscuras de la “Città Eterna” terminó por dar forma a la trama de “Una luz en la noche de Roma”.
“Al principio estaba más seducido por la historia del hospital -reconoce el autor, habituado a investigar sobre la Edad Media y el Siglo de Oro-. Pero luego me ganaron los protagonistas”.
Betto fue uno de los pocos judíos que esquivó la deportación. Su origen sefardí y dominio del ladino, la lengua judeoespañola, le permitieron obtener documentación falsa para hacerse pasar por español.
Tras perder en una redada a su familia, que posteriormente moriría en Auschwitz, deambuló por Roma hasta que encontró refugio en el hospital de la Isla Tiberina.
“Mientras tanto Gina representa el otro lado de Roma, nobiliaria y burguesa. Familias que de algún modo habían contribuido a la entronización de Mussolini y después se dieron cuenta de que a través de él habían llegado a la ciudad todos los horrores”, explica Sánchez Adalid.
“Él formó parte de una banda de partisanos y ella también pertenecía a la banda del Travertino, una asociación absolutamente ilícita cuando aún gobernaba Mussolini”, apunta.
En medio de la tragedia, surgió entre ambos una intensa y prohibida historia de amor que la novela reconstruye a partir de los testimonios, fechas y anécdotas recabadas por sus descendientes.
“Yo esto lo he vivido como un prodigio. Me sigo preguntando cómo es posible que haya tenido acceso a las vidas de estos dos personajes”, concluye Sánchez Adalid, dispuesto a continuar explorando la historia contemporánea en sus próximos libros. EFE