Criticado y sin embargo invencible, Gianni Infantino fue reelegido el jueves para un tercer y último mandato al frente de la FIFA, organismo que preside desde 2016, que será su última oportunidad para realizar múltiples reformas que pretende, a riesgo de crear tensiones y, en ocasiones, acabar renunciando a ellas.
“Restaurar la imagen de la FIFA” y “hacer el fútbol realmente mundial”: la ambición del italo-suizo de 52 años, cuya reelección no estaba en riesgo ya que era el único candidato, se resume muy bien en esas dos frases, repetidas en varios de sus discursos en los últimos años, en los que se presenta también como el garante de la equidad y la justicia en el deporte más popular del planeta.
Sin los escándalos que precipitaron en 2015 el final de su antecesor Sepp Blatter y luego terminaron con las esperanzas de sucederle del expresidente de la UEFA Michel Platini, pocos expertos habrían pensado en ese jurista sin pasado deportivo para tomar las riendas de la instancia con sede en Zúrich.
Más inesperado aún, la transformación de este hombre habituado a los focos, secretario general de la UEFA entre 2009 y 2016 después de haber subido los distintos escalones del organismo, y que se defendió con vehemencia de las criticas por el Mundial en Catar, país que no respeta los derechos fundamentales, hablando de su infancia, cuando se sintió “discriminado” por ser un pequeño italiano en Suiza.
Pero con Blatter hundido por los escándalos de la FIFA y luego Platini en desgracia por un pago de justificación incierta, el ‘eterno número 2’ pasó a lo más alto, siendo elegido presidente de la FIFA en segunda ronda en 2016 entre cinco candidatos. En 2019 fue reelegido, sin rival, como ocurrió de nuevo este jueves.
– Sospechas de colusión –
Como herencia dejará a su favor el limitar la presidencia a tres mandatos, una reforma del sistema de traspasos, la implantación de una baja maternal para las futbolistas, así como un gran incremento de los ingresos de la institución, que después redistribuye solidariamente entre las 211 federaciones nacionales.
“Hemos podido hacerlo porque en la nueva FIFA el dinero ya no se evapora, va a quien corresponde”, se felicitó en diciembre durante el 72º Congreso de la instancia celebrado en Doha.
Esta imagen de integridad se vio manchada cuando se abrió un procedimiento contra él en julio de 2020 por “incitación al abuso de autoridad”, “violación del secreto de función” y “trabas a la acción penal”.
La justicia suiza le reprocha tres reuniones secretas en 2016 y 2017 con Michael Lauber, entonces jefe de la fiscalía federal. Esos encuentros nutrieron las sospechas de colusión entre la acusación y la FIFA, parte civil en la mayor parte de los procedimientos contra los exdirigentes del fútbol, entre ellos Blatter y Platini.
La defensa de Infantino consiguió recusar al fiscal que investigaba el asunto, pero otros dos magistrados han retomado el caso, archivando el pasado jueves una de las causas, la referida a una supuesta “gestión desleal” en un vuelo en avión privado efectuado en 2017 por el dirigente.
– ¿La hora de la unión? –
Para desarrollar el deporte más popular del mundo, no le faltan ideas a este políglota de cráneo liso, parcialmente instalado en Doha con su esposa libanesa y sus cinco hijos.
Pero en un universo del fútbol con complejos equilibrios, entre ligas, federaciones ricas y pobres, clubes, confederaciones, jugadores e hinchas, muchos le reprochan falta de tacto o pretender avanzar por la fuerza.
Ha logrado que el número de participantes del Mundial se eleve de 32 a 48 equipos, no desde 2022 como quería, pero sí a partir de la edición 2026 que organizarán Estados Unidos, México y Canadá, y bajo su mandato el fútbol femenino vive una época de esplendor.
Sin embargo, no consiguió implantar desde 2021 un Mundial de Clubes de 24 equipos, presentado como especialmente lucrativo y que no convencía a la UEFA.
Finalmente, la FIFA anunció en diciembre que se disputará a partir de 2025, cada cuatro años y con 32 equipos… Todo sin haber consultado ni a las ligas ni a los clubes.
Fue el mismo procedimiento que le llevó a plantearse un Mundial de selecciones cada dos años, en lugar de los cuatro actuales, pero tuvo que renunciar ante la firme oposición de las dos principales confederaciones (UEFA y Conmebol) y de otros agentes del fútbol, que temían una saturación del calendario ya de por sí muy cargado.
Entonces, Infantino trató de mostrarse más dialogante: “Sabemos que es importante hablar”, afirmó en Doha, prometiendo un “respeto total” a los actores del fútbol si seguía conservando los mandos de la FIFA.
AFP