Maestros, secretarias, militares, policías, enfermeras, obreros y demás servidores públicos están siendo conminados por sus superiores a abandonar sus puestos de trabajo formal, para ir a la calle a vender cualquier producto que logren conseguir porque el gobierno “no puede subirles el salario”.
Además de la tragedia, que para cada ciudadano y para su familia, significan los miserables salarios pagados, hay también un impacto negativo en la prestación de los servicios a ellos asignados.
Uno fundamental para el presente y el futuro es la educación de nuestros niños y jóvenes. ¿Qué clase de educación están recibiendo con dos días de clases a la semana? No hay duda, que un educador agobiado por el hambre y la angustia de tener a su familia en precarias condiciones, no tiene ni espíritu ni mente para preparar clases, ni para dictarlas de forma adecuada, máxime si debe dedicar la mayor parte de su tiempo a pensar y a ejecutar otra labor que le permita sobrevivir.
A eso se suma el deterioro de las instalaciones educativas, cada día más rancherizadas, por la ausencia de mantenimiento. Hoy podemos afirmar en Venezuela que el estado está negando, en la práctica, el derecho a la educación de los niños y jóvenes. El proceso educativo no se está cumpliendo por la existencia de un estado fallido, ya incapaz de sostener de forma continua un servicio de la transcendencia y complejidad de la educación.
Otro tanto ocurre en la salud. Los centros de prestación del servicio médico: hospitales, ambulatorios y dispensarios, no tienen personal suficiente, ni mucho menos medicamentos y equipos, para atender el creciente número de enfermos y patologías que se presentan a diario.
El más reciente escándalo de convocatoria a la buhonería ocurre en el sector militar, donde se conoció la orden emanada de la cúpula, para instruir a los oficiales y soldados de dedicarse a “emprender”. Esto no es otra cosa que un estímulo a la buhonería y a la matraca permanente.
El drama no solamente lo representa el cambio de paradigma de vida y trabajo que la circunstancia les está imponiendo a todos estos compatriotas. Se trata de la grave dificultad que se tropieza cada uno de ellos, cuando deciden hacer otra tarea para lograr un ingreso adicional. Al multiplicarse el comercio informal caen las ventas de todos.
Recordemos la existencia de una economía arruinada. La caída del 90% del Producto Interno Bruto (PIB) y su consiguiente impacto en el salario significa una severa limitación a los ciudadanos en su capacidad de compra, lo cual hace que el numeroso y creciente volumen de vendedores informales no logren vender mayor cosa, con lo cual su “emprendimiento” termina fracasando por la ausencia de compradores.
A ello se suman las dificultades propias de esa actividad en los tiempos presentes. Este fin de semana lo pude constatar. En efecto, el pasado sábado 18 de marzo visité el Mercado mayor de Coche en Caracas. Allí conversé con Parmenio, un profesor de música de Cupira, Municipio Pedro Gual del Estado Miranda. Parmenio (nombre simulado) se instaló en el patio del citado mercado para vender el conocido casabe de esa región barloventeña. Más allá de todo lo que significa el esfuerzo adicional a su carga docente, la atención a su familia, está conseguir a consignación la mercancía, trasladarla desde Barlovento a Caracas, acceder al puesto de venta y regresar a su hogar. Estas tareas tienen sus costos, no solo los normales, sino también los anormales, que básicamente son el pago de “colaboraciones” a diferentes autoridades de seguridad y de grupos especiales, que exigen aportes para permitir su traslado y venta.
De modo que la política del gobierno de impulsar el buhonerismo solo incrementa el círculo vicioso de la pobreza. Más pobres tratando de vender a más pobres que no pueden comprar nada, con lo cual la situación de la pobreza se profundiza y se expande. Es menester, entonces, salir del círculo de la pobreza. Es urgente romper ese absurdo esquema fruto del fracaso del modelo establecido.
Se hace perentorio abrirnos a las inversiones privadas que generen nuevas empresas, capaces de ofrecer empleos estables y de calidad con capacidad para pagar salarios dignos. Lograr ese objetivo pasa por el cambio político.
Salir, con los votos ciudadanos en el próximo evento electoral, del actual gobierno, es más que urgente. Pero eso solo no basta. Es además, igualmente urgente, cambiar el modelo de estado centralista, autoritario y gestor de la economía. Debemos lograr un estado auténticamente democrático, descentralizado y municipalizado para garantizar la plena vigencia del estado de derecho.
Ese cambio político debe abrir paso a un nuevo modelo de economía, que ya describí en términos generales, en mi artículo de la semana anterior, que titulé “Una Economía para la democracia”. (https://versionfinal.com.ve/opinion/cesar-perez-vivas-una-economia-para-la-democracia/). Allí encontrarán las líneas maestras del modelo económico que voy a impulsar como nuevo Presidente de la República.
Así lo digo en Caracas, hoy lunes, 20 de marzo de 2023.