Un problema común entre Latinoamérica y los países europeos del Mediterráneo como España e Italia es la alta población con trabajos temporales quienes además de la falta de estabilidad, no gozan de los beneficios de los contratos permanentes.
La reforma laboral aprobada en España en el 2022 plantea una solución a este problema con la introducción del contrato fijo discontinuo, el cual fue un acuerdo inusual entre la coalición parlamentaria de izquierda, sindicatos y empresarios. Este contrato laboral funciona de manera recurrente e intermitente pero solo en los periodos del año requeridos por las empresas. Es decir, los sectores como el agrícola o el hotelero que tienen una gran demanda de trabajadores solo en ciertos meses pueden contratar en forma regular a los mismos trabajadores en estos periodos.
La diferencia entre el contrato fijo discontinuo y el trabajo temporal es que este se utiliza solo para necesidades de empleo extraordinarias como puede ser el aumento no programado de las actividades de negocio. Al finalizar el periodo de trabajo con el contrato fijo discontinuo el empleado no recibe indemnización ya que solamente se encuentra suspendido, e inclusive deja de contribuir a la Seguridad Social, ya que continuará su trabajo en el próximo ciclo. Los empleados de estos contratos gozan de pagos y de vacaciones como un trabajador estable pero solo durante el periodo que trabajen. En caso de despido objetivo, no disciplinario, los trabajadores reciben una indemnización de 20 días por cada año trabajado, con un límite de 12 mensualidades.
Esta política ha sido muy exitosa en España. Según Eurostat, la proporción de empleados temporales españoles entre el final del 2021 al 2022 disminuyó de 25.2% a 18%. Adicionalmente, la encuesta de población activa española indica que la población de trabajadores con contratos permanentes aumentó en 1.6 millones mientras que la de contratos temporales disminuyó en 1.2 millones en el 2022. Este cambio tiene un efecto positivo económico ya que los empleados con contratos permanentes y temporales tienden a gastar alrededor del 81% y 72% de sus ingresos respectivamente según el Banco de España. Si bien estos resultados pueden cambiar en periodos de crisis, esta modalidad contractual ofrece una alternativa a la inestabilidad de los trabajos temporales, parcialmente exacerbada por los grandes cambios tecnológicos, tanto en países en desarrollo como desarrollados. Uno de los beneficios de estos contratos es la mayor estabilidad que reciben los trabajadores y empresarios ya que ambas partes evitan el problema de tener que buscar o contratar nuevas posiciones temporales. Esta mayor estabilidad contractual también resulta un incentivo para invertir en el entrenamiento y el avance profesional de los trabajadores cíclicos con el consiguiente mejoramiento en la calidad del servicio y producción.
En conclusión, los contratos fijos discontinuos podrían ofrecer mayores ingresos y estabilidad económica a los trabajadores latinoamericanos temporales ya sea en sus propios países o como migrantes temporales en EE. UU. u otros países desarrollados, con la ventaja que enviarían transferencias y mantendrían su hogar en su país de origen.