Era la mejor de las épocas. Era la peor de las épocas.
Por BBC Mundo
Millones de personas en Japón celebran cada año la llegada de la primavera con sus delicados cerezos en flor. Pero el cambio estacional también trae para muchos meses miserables de estornudos incesantes y congestión nasal.
La fiebre del heno o alergia al polen tiene tal impacto en Japón que el primer ministro Fumio Kishida la describió en abril como “un problema social” e instruyó a sus ministros a buscar una respuesta.
Taro Yamada, un parlamentario del partido gobernante, afirmó recientemente: “Se dice de la alergia al polen que es la enfermedad nacional”.
Basta comparar a Japón con otros países para ver la dimensión del problema.
En Estados Unidos cerca del 8% de la población sufre de fiebre del heno. En otros países entre el 10 y el 30%.
En Japón, en cambio, la fiebre del heno o “kafunsho” (enfermedad del polen en japonés) afecta al 42,5% de la población, según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente japonés de 2019.
El porcentaje, el doble que hace dos décadas, equivale actualmente a más de 50 millones de personas.
Y la Agencia Forestal de Japón estimó que la alergia al polen causa pérdidas económicas de al menos US$2.200 millones al año, incluyendo gastos médicos y caída de productividad en los trabajadores.
¿Por qué tiene la fiebre del heno tal magnitud en el país asiático?
La respuesta está en gran parte en los bosques japoneses y en una historia que comenzó hace más de 70 años…
Cedros y cipreses
La rinitis alérgica o fiebre del heno es una enfermedad en la que se inflama e irrita la mucosa nasal.
El término “fiebre del heno” proviene del siglo XIX, cuando se pensaba que el olor del heno tenía un efecto irritante. Pero luego se descubrió que la enfermedad nada tenía que ver con la fiebre o con el heno, sino con la alergia al polen.
Los síntomas pueden incluir estornudos, picor en la nariz, congestión nasal, secreciones nasales y ojos llorosos, entre otros.
Los granos de polen de muchas plantas generan reacciones alérgicas. Pero en Japón el problema se origina especialmente en los bosques de dos especies de árboles: cedros y cipreses.
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