Luis Barragán: De la tala política

Luis Barragán: De la tala política

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Hay un término del cual se ha abusado por estos predios, desde que dio un salto vertiginoso en la opinión pública por los noventa del veinte: antipolítica.  Sirve para todo y para nada, aunque constituye un fenómeno que nos costó demasiado caro en Venezuela.

Mundo digital aparte, vieja y ya imposible costumbre, porque el actual deterioro bibliotecario no tiene límites en el ámbito público, dos o cuatro veces al año consultábamos la sección de revistas académicas del extranjero en el Foro Libertador y, fotocopiados, nos llevábamos a casa una selección de los que juzgábamos los mejores textos.  A mediados de 1996, en la revista madrileña Sistema, nos sorprendió el planteamiento sobrio y coherente de un tema de perfiles entre nosotros insospechados.

La autora, María José Ribas Funes, abordó la antipolítica desde una perspectiva distinta a la que después adquirió, entendiéndola como alternativa innovadora a la política harto convencional.  Compartido con amigos el artículo, comenzó un proceso de reflexión que profundizó en los supuestos que ella extraordinariamente argumentó, quedando testimonio de nuestra inquietud, por ejemplo, en varias entregas como la de El Globo, extinto diario caraqueño (https://apuntaje.blogspot.com/2023/05/preambulos-de-un-debate.html).





En un almuerzo al que acompañamos al diputado Nelson Chitty La Roche, por entonces, jefe de la fracción parlamentaria de los socialcristianos,  el embajador colombiano en Caracas, cuyo nombre ahora olvidamos, llevó a la mesa la materia. Un intenso intercambio  de impresiones, complementado luego con otros textos, nos condujo a la convicción de un asunto que requería de una más abierta y decidida discusión, siendo escasa o prácticamente nula la referencia que encontrábamos en la prensa local, y, con justificado ímpetu, Nelson comenzó a trabajar para la realización de un seminario internacional del que queda un testimonio en las redes actuales [1], aunque el incendio en casa no le permitió a Octavio Paz volar a Venezuela, el evento contó con numerosos y destacados voceros y expertos del exterior.

En las proximidades y posterioridades del evento, la cuestión experimentó un giro copernicano y, en lo personal, obró decisivamente aquella noción de anomia, esbozada desde el bachillerato,  y una popular, como peligrosa, consigna musical interpretada por Desorden Público: “Políticos paralíticos”. La antipolítica fue adquiriendo una naturaleza, características y alcances muy particulares, desplazada Irene Sáez por el aventajado redentor Hugo Chávez que muy bien llenaba los requisitos de los que daban cuenta los estudios de opinión de entonces: una cara nueva, tanto que importó nada su felonía golpista; militar de profesión, eminentemente cuartelario; e, inescrupulosamente populista, convirtió el resentimiento en una magnífica mejor plataforma de lanzamiento.

Por lo pronto, hay un determinado consenso sobre los rasgos fundamentales de la antipolítica, por lo menos, en este lado del mundo, permitiéndole al llamado chavismo acceder al poder, como jamás lo imaginaron tampoco sus aliados más circunstanciales.  El discurso fue tremendamente ético, falseando la historia más contemporánea de los venezolanos,  eminentemente emocional, cínico e inmediatista que, faltando poco, contó con el apoyo de poderosos sectores mediáticos y económicos.

De una simplicidad extrema,  concebida la vida pública como un espectáculo, la anomia generalizada encontró cauce con el reventón noticioso del 4-F. Tomado de la mano de Elías Canetti, Giovanni Orsina al abordar el antiberlusconismo, distinguida de la derecha, señala que la antipolítica de izquierda en Italia se ha exhibido como conceptual y ética, incluso, argumentando jurídicamente [2], y de los rasgos que quedan de la antipolítica convertida en poder, por más de dos décadas, valga destacar una moralina o moralismo aterrador creyendo al resto de los mortales como ladrones desalmados, sin que se miren la viga n el propio ojo, y suponiendo como doctrina los juicios, ocurrencias, dicterios, o caprichos de Chávez Frías. Sinembargo, el autor de marras ensaya una perspectiva prometedoras: la del narcisismo, inducido desde las más altas cumbres del estado, aunque de sólidos antecedentes en las postrimerías del siglo anterior.

Necesario de prestarle una mayor atención en la dirigencia opositora, el fenómeno nos impone de aquellos que no tienen una dimensión íntima de la existencia, borrados los límites con el exterior [3], convertidos en medida exacta de un mundo al que solo debemos afiliarnos resignadamente. El pensar y el hacer la política tienden a negar toda instancia colegiada, la participación plural, en un juego inagotable de cálculos que destacan en el protagonista, o quien se ha convertido en protagonista por decreto propio.

Esta expresión del liderazgo, lógica para quien ejerce o participa de una dictadura, le da alcance a sus pretendidos adversarios, consciente o inconscientemente.  Y esto se explica, gracias a una sedimentación de décadas anteriores, en nuestro caso: haber creído absolutamente independiente nuestra suerte personal a la suerte del colectivo; al estrellarnos contra la realidad más cruda y brutal,  sin un contramensaje que compense y contribuya a revertir la situación, derivamos en un extendido narcisismo, ostentando personalidades vacías, comunidades inestables y proteicas, resistente al cambio [4].

La antipolítica no es y tampoco podría aceptarse que lo fuera, como la de antes, mereciendo otros abordajes que, incluso, pueda llevar a Jacques Lacan, por citar un nombre. Y, valga acotar, bajo el régimen de un consabido cuño, como el que tenemos en Venezuela,  inédita la experiencia, importa y mucho descubrir y darle nombre al fenómeno para obrar exitosamente en consecuencia, derrotándolo.

Hacia finales de los noventa, nos detuvimos a repensar un poco la realidad, auspiciando un debate de fondo. Ahora, es deber hacerlo las veces que haga falta, tras veinte años de la presente centuria bajo una sistemática tala política.

La democrazia del narcisismo Breve storia dellantipolitica (Giovanni Orsina)