Consenso Académico: Ideas para construirlo, por Victor Rago Albujas

Consenso Académico: Ideas para construirlo, por Victor Rago Albujas

Entendemos la Universidad como una comunidad humana constituida deliberadamente para la creación intelectual en el más amplio y fecundo sentido de la expresión, la atmósfera que es la institución nace de su voluntad de cultivar el conocimiento. Esto la ensambla como ámbito del pensamiento libre, crítico y plural para el proceso de enseñanza-aprendizaje dirigido a la formación profesional de calidad y para la construcción del denso tejido de sus intercambios con la sociedad que la alberga. 

Se trata de una comunidad muy particular que, como decía el gran mentor de la universidad pública venezolana, Francisco De Venanzi, es al unísono meritocrática y democrática. Muchos actores conviven en su seno. Todos ellos son fundamentales para su buen desempeño: personal académico activo y jubilado, estudiantes de pre y posgrado, empleados y obreros, así como ese activo con que cuenta la institución, sus egresados. No menor es la articulación entre la universidad y su entorno social, que demanda y recibe sus resultados. Ese es nuestro reto: que la UCV mantenga su misión de universidad pública, que atienda adecuadamente a quienes hacen posible su funcionamiento y que le ofrezca respuestas, dentro de lo que son sus competencias, a la sociedad. Ese es el nuevo Contrato Social que queremos hacer posible. Un Consenso Universitario para fortalecer la universidad, mediante una relación adecuada con el Estado, que le permita actuar para atender su misión. 

1- Liderazgo académico





De la naturaleza de la universidad se desprende que el liderazgo de la institución ha de ser esencialmente académico más que «político». En su riqueza innumerable, la vida académica y la alta dirección institucional registran una dimensión política, pero no le son en ningún caso tributarias. Su tarea fundamental es encabezar el esfuerzo colectivo para preservar los valores y principios de la universidad autónoma y democrática, así como estimular los cambios necesarios para responder a un entorno en transformación constante.

El liderazgo académico supone una doble visión, la del mediano y largo plazo, que represente un futuro deseable compartido y los pasos que hay que dar, con flexibilidad, desde el presente, para construirle viabilidad a ese proyecto junto con toda la UCV para marchar en dirección al futuro deseado.

2- Un nuevo modelo de gestión institucional

Hace falta romper con la inercia institucional que incomunica las autoridades centrales con los problemas diversos que vive la comunidad universitaria. Es necesario orientarse hacia un liderazgo compartido, la desconcentración de funciones y la participación organizada para la toma de decisiones consensuadas. Las esclerosadas estructuras establecidas deben flexibilizarse para acoger equipos de trabajo articulados que respondan sinérgicamente a proyectos, estrategias, objetivos y acciones basados en políticas también consensuadas. 

Tales políticas, de las que la institución tiene un déficit crónico, deben diseñarse combinando en proporciones armónicas sensibilidades locales y sentido de conducción institucional integral.

La concurrencia cooperativa entre niveles jerárquicos debe reemplazar al prejuicio competitivo tradicional que al reivindicar espacios propios –entendidos como «cuotas de poder» territorializadas- niega el interés común. 

Al abrigo de un cuerpo coherente de políticas generales de largo alcance, la inventiva y el espíritu innovador locales cristalizarán en prácticas constructivas y fructíferas.

Tener como norte una transformación integral de la universidad, pero ir ensayando pasos en esa dirección mediante reformas parciales que nos acerquen a nuestro objetivo. 

La gestión universitaria en todos sus niveles debe ser transparente con mecanismos de evaluación y rendición de cuentas que, además de tener informada a la comunidad, permitan una política de seguimiento  y ajustes de la gestión en función de impactos y productividad intelectual.

La frondosa normativa que rige la vida universitaria debe ser examinada, ya que presenta lagunas y contradicciones como resultado de su formulación acumulativa. Requerimos una atenta revisión para simplificarla, sin mengua de su eficacia, en lo que se estime conveniente. Tendrá que experimentar modificaciones sustanciales (cuando no supresión y reemplazo) para acoplarse a los cambios impulsados por el proyecto transformador de la gestión mediante reformas progresivas aunque con horizonte ambicioso, sujetas a evaluación, que incorporen mecanismos de incentivos al desempeño.

La UCV tiene capacidades con las que puede orientar y dar respuestas a grandes problemas nacionales. Por ejemplo, hay cinco facultades dedicadas exclusivamente a formar, investigar, asesorar y ofrecer servicios en materia de salud y calidad de vida (Medicina, Odontología, Farmacia, Agronomía y Veterinaria). Todas las demás facultades tienen relaciones singulares con la salud y calidad de vida en su quehacer diario, entre ellas: Ingeniería Sanitaria (FI), diseño de hospitales y otros centros de salud (FAU), leyes relativas a los temas sanitarios (FCJyP), salud mental (FHyE), estadística, trabajos comunitarios y antropología médica (FaCES), tecnología de alimentos (FC), políticas de salud (CENDES). 

La visión transversal de las capacidades de la UCV puede dar nuevas ideas sobre su alcance para el país. Se pueden asociar distintas facultades para estudiar otros asuntos neurálgicos: ambiente y cambio climático, el agua (desde las más diversas perspectivas), la pobreza, vulnerabilidad y barrios populares, vivienda y desarrollo urbano, educación, ciencia, tecnología e innovación, cultura y artes.

La estructura de la UCV tiene que dejar de estar conformada por compartimientos estancos y en su lugar debe construirse redes de colaboración multidisciplinaria y transdisciplinaria en su interior, así como con instituciones homólogas. Igualmente tiene que buscarse la colaboración multisectorial con entes externos, públicos, privados, comunitarios, nacionales e internacionales.

3- Renovación del régimen académico

La actualización curricular tiene que ser permanente en una universidad innovadora. Debemos acostumbrarnos a realizarla con la frecuencia debida, evaluar sus resultados, siempre pendientes de preservar las funciones de condición pública de atender los problemas y necesidades de la sociedad que la alberga, desarrollando conocimientos y capacidades para problemas emergentes. Pero, para que no sea un paliativo circunstancial, conviene encuadrarlo en la necesidad de renovación del régimen académico en su conjunto, enmarcado en los actuales retos institucionales de la Educación Superior: los Objetivos del Desarrollo Sostenible, la necesidad de adoptar modalidades virtuosas (flexibilidad, integración y cooperación frente a los retos de la sociedad del conocimiento); así como actuar teniendo presente asuntos inescapables, como la vulnerabilidad, la incertidumbre, la complejidad, la volatilidad y la ambigüedad que caracteriza el ecosistema vital de estos tiempos.

Dentro de esos confines cabe considerar varios aspectos fundamentales: 

a) El diseño de un espectro de modalidades formativas dentro de las carreras existentes (profesionalización corta, certificaciones específicas conforme a las solicitaciones del mundo laboral, diplomados, acreditaciones por experiencia o credenciales y otras calificaciones) asociadas a dichas carreras de formas variadas, e incorporando el componente tecnológico y medioambiental de las mismas.

b) Una reorganización de los circuitos curriculares que propicie interconexiones aptas para la configuración de nuevas áreas de conocimiento o para beneficiarse de las ya efectivamente existentes, pero ignoradas por el status quo Esto posibilitará itinerarios curriculares inéditos en un ámbito de libertad de elección proporcionado por el juego interactivo entre los opuestos complementarios que son el interés institucional y los desarrollos contemporáneos del saber. El Programa de Cooperación Interfacultades (PCI) ha sido una innovación pionera de nuestra universidad en el enfoque multidisciplinario internacional. Ha abierto un camino prometedor. Hay que potenciarlo con líneas de investigación y docencia transversales que ofrezcan variadas formas de formación (postgrados, diplomados, talleres, cursos de actualización, etc.) en áreas de conocimiento estratégicas en el mundo de hoy.

c) Las iniciativas del Programa de Cooperación Interfacultades (PCI), el Programa Coordinado para la Mitigación de Riesgos (COMIR UCV) y el Proyecto UCV Campus Sustentable, entre otras, apuntan en una dirección correcta, pero hay que generar sinergias entre ellas y ampliarlas a otras iniciativas, que deben tener un apoyo mayor de las dependencias centrales y de políticas para incentivar estas nuevas formas de abordar el conocimiento desde una perspectiva multidisciplinaria. 

d) Fortalecimiento y ampliación del “Programa Samuel Robinson” para desarrollar y consolidar competencias básicas en los estudiantes aspirantes al ingreso, que compensen las deficiencias de la formación previa y los doten de las herramientas intelectuales para el desempeño exitoso y autónomo en el abordaje del aprender a aprender, abriéndoles oportunidades a sectores de bajos ingresos para que accedan,  permanezcan y culminen su trayectoria en la educación superior.

e) Redimensionar la Dirección de Cooperación y Relaciones Interinstitucionales (DICORI) para ampliar las fuentes de financiamiento y cooperación nacional e internacional que permita atender el fortalecimiento de la infraestructura de investigación y la ampliación del apoyo a proyectos y revitalizar el intercambio con los pares académicos en todos los ámbitos, así como herramienta para una relación más intensa de la universidad con su entorno social.

f) La UCV debe tener siempre presente su condición de universidad autónoma de investigación. Aunque sigue teniendo enormes fortalezas académicas, presenta muchas debilidades, que las experimentan también otras universidades similares, con las cuales hay que hacer alianzas para garantizar carreras y postgrados que llenen las aspiraciones de los jóvenes de nuestro país, contribuyendo a la sostenibilidad de esas universidades y a la formación de nuevas generaciones de egresados. Asimismo hay que tejer alianzas para la producción de nuevos conocimientos que puedan trascender a las universidades para convertirse en innovaciones capaces de solventar problemas y asegurar su transferencia a la sociedad.

4- Nuevo impulso a la carrera académica

La condición profesoral la integran cuatro constituyentes combinados en proporciones variables: a) producción de saber; b) comunicación del saber producido (propio y ajeno); c) interacción con la sociedad; y d) gestión institucional. El desmontaje crítico del artificioso antagonismo (que cuenta con expresión administrativa y organizacional) entre «docentes» e «investigadores» es indispensable para reconceptualizar el cometido profesoral como un complejo de funciones articuladas y necesarias.

La institución deberá ofrecer condiciones no solo para el apropiado ejercicio académico ordinario, sino también para la preparación intelectual y profesional y el perfeccionamiento progresivo del profesorado. Un sistema de estímulos y de reconocimientos a la formación académica (con incidencia en el régimen de ascenso en el escalafón) será parte de las políticas de largo alcance que se formularán para asegurar una gestión institucional integral.

La calificación creciente del personal académico debe acoplarse a un esquema de remuneraciones adecuadas, además de sensible al desempeño.  Conspira hoy contra esta razonable aspiración la privación de recursos presupuestarios impuesta por el gobierno a la universidad pública nacional, especialmente a las instituciones autónomas. La necesaria lucha de autoridades, comunidad universitaria y gremios por salarios decentes deberá marchar en paralelo al diseño y ejecución de políticas institucionales destinadas a fortalecer las capacidades de la universidad para la producción de ingresos propios mediante dispositivos de gestión de alianzas,  fortalecimiento de sus competencias para el acceso a las diferentes modalidades de fondos de financiamiento de la educación superior dentro y fuera del país, así como para las negociaciones con la cooperación internacional.

5- Transformación digital de la UCV, recuperación y preservación del patrimonio bibliotecario e impulso a su modernización

La  transformación digital de la UCV es un reto ineludible para asumir los desafíos mundiales del presente y futuro de la educación superior. Su abordaje supone la concepción de un proyecto institucional global, que lleve la digitalización a todas las esferas de actividad académica,  a los servicios que les dan sustento y a la gestión en general. En este enfoque, es una tarea prioritaria transformar las bibliotecas y centros de documentación en fuente de soporte actualizada de  la gestión del conocimiento para la formación del talento y la investigación, en el entorno de la bimodalidad como enfoque institucional. Así la gestión documental física y digital superará el estado de solo memoria y patrimonio para ser un factor de desarrollo intelectual y académico con una estrategia transversal, de articulación e integración interna y extrainstitucional.

 Este proyecto de complejas dimensiones requiere de una estrategia de alianzas internas y externas que hagan posible la infraestructura y gerencia tecnológica necesaria para un gobierno abierto, conectado y transparente; cultura digital embebida en educación a distancia, educación abierta, gestión de información y conocimiento; repositorios; administración electrónica, formalización de multiplicidad de canales comunicación e interacción; y atención diligente al usuario, entre otros asuntos. Vale en esta intencionalidad profundizar la política vigente de la UCV Bimodal.

6- Financiamiento de la universidad pública nacional

Financiamiento, remuneración y sostenibilidad del modelo universitario sobre la base del derecho constitucional a recursos suficientes y de la diversificación de fuentes mediante gestión de alianzas y enfoques cooperativos, que procuren la mejora sustancial de las condiciones institucionales de funcionamiento, todo esto supone un desafío inaplazable. Aquí tendrán prioridad los salarios adecuados para la totalidad del personal académico, administrativo y obrero, así como la actualización de los sistemas de apoyo socioeconómico apropiados y suficientes para los estudiantes. Todo ello con una gestión administrativa y financiera sustentada en la transparencia y en la necesaria rendición de cuentas.

La exigencia al gobierno de asignaciones presupuestarias en magnitud compatible con las necesidades reales de la universidad, se sustenta en la obligación estatal de proveerlas, pero requiere de estrategias claras de relacionamiento con los órganos gubernamentales. La universidad tiene que asumirse a sí misma con firme convicción como interlocutora legítima de la contraparte gubernamental y actuar como tal. A este respecto es crucial la producción de un discurso que con densidad conceptual y sin mengua de la necesaria energía, aborde el espacio del diálogo para la formulación de sus justos requerimientos.

Es necesaria una negociación universidad-gobierno del más alto nivel alrededor del presupuesto universitario, mostrando la formación de talentos y resultados de investigación, pero también la oferta tecnológica y cultural de la universidad como contrapartida a la solución de problemas que aquejan al país. Además del presupuesto nacional, el gobierno dispone de los fondos de la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación, la Ley de Responsabilidad Social Empresarial y dos fondos provenientes de las telecomunicaciones con que se puede financiar investigación e innovación. 

En el espíritu autonómico de la universidad, además, hay que ejercer la autonomía económica mediante la búsqueda, por los más diversos medios, de nuevas formas de financiamiento internas y externas, articuladas con sus funciones básicas. El compromiso de la universidad con la sociedad pasa por la incorporación de aquella a la economía del país a través de la innovación, para lo cual se deberá desarrollar una política coherente con los nuevos tiempos.

7- Universidad y sociedad: un nuevo contrato social

Más allá de la noción tradicional de «extensión», que debería entenderse como un tejido de articulación social, de comunicación mutua que se retroalimenta, se hace indispensable promover lo que hemos llamado un nuevo contrato social entre universidad y mundo extrauniversitario. La sociedad en su sentido más amplio –comunidades populares, sociedad civil organizada, sectores productivos privados y públicos, organizaciones diversas, etc.- es fuente de legitimidad para la institución académica. Y aquella debe sentir y entender a ésta como algo propio y cercano. He aquí el marco para la construcción de un rico tejido de interacciones de beneficio recíproco. El esquema tradicional de exigencias externas ocasionales a la universidad para la solución de «problemas» particulares, o la asimetría implicada en la lógica simplista de la «transferencia de conocimientos» resultan así superados por una dinámica de intercambios, alianzas, transacciones y convenios de mutuo provecho fundada no solo en las conveniencias respectivas y las expectativas particulares, sino también  en los intereses comunes y las aspiraciones compartidas.

En esta tarea ocupa un lugar destacado la necesidad de fomentar, incentivar, refrescar la presencia y actividad cultural universitaria en todos los niveles, como forma de apropiación, respuesta y conocimiento, poniéndolos en diálogo con el variopinto universo de sus diferentes manifestaciones frente a los desafíos que plantea la sociedad de hoy, para que se pueda conjugar la continuidad de nuestra herencia histórica con las innovaciones que nos abran nuevos horizontes.

La UCV debe incorporar la aplicación del conocimiento en el proceso socio-técnico de innovación, para contribuir desde su esfera de actuación a la introducción en el mercado y la sociedad de novedades o cambios en productos, procesos, servicios, procedimientos y enfoques. Es decir, se trata del conocimiento fuera de los ambientes académicos para favorecer la competitividad local, regional, nacional o incluso mundial, lo que abarca todo el espectro de conocimiento que constituye la oferta universitaria.

Esto supone elaborar una política para estimular la interconexión con otros actores sociales nacionales e internacionales, como con el gobierno; otras universidades y centros tecnológicos, empresas y entes financieros, así como todo el tejido de organizaciones comunitarias. Las TIC de hoy y las que emerjan tienen un papel fundamental en esa interrelación por el soporte que brindan a la constitución de redes para los efectos de contacto, aprendizaje e intercambio de información entre los diversos agentes del sistema de innovación.

8- Universidad y mundo globalizado

Dado que la autarquía intelectual o científica es impracticable por definición, las universidades forman al menos idealmente un tejido académico planetario. Por afincada en compromisos locales que esté una universidad, su destino es global en última instancia. Esa original vocación de apertura al mundo la pone frente a los grandes problemas de la sociedad contemporánea: medio ambiente, sostenibilidad económica y energética, abatimiento de la desigualdad social, equidad de género, diversidad cultural, promoción de la democracia, compromiso social de la ciencia, convivencia internacional pacífica, etc. La urgente reflexión sobre sí misma, es decir, la búsqueda siempre renovada de su sentido fundamental y su significado para la sociedad contemporánea y la del inmediato futuro es una tarea indeclinable de los universitarios. Solo tal esfuerzo de autoanálisis permitirá a la institución insertarse en los procesos reales del mundo que va ocurriendo y participar activamente y con voz propia en los importantes escenarios del debate mundial. Todo ello en consonancia con el llamado de la UNESCO a tejer una red de cooperación internacional de la educación superior.

Nos proponemos organizar un grupo de pensamiento estratégico que ayude a elaborar propuestas para la orientación a futuro de las funciones de investigación, docencia, extensión y articulación social, producción u otras, atendiendo a la visión de futuro compartida y construida con participación de miembros de la diáspora y actores competentes en el área.

9- Armar un tejido colaborativo con la diáspora académica

Es una realidad que muchos de los miembros de la comunidad académica se encuentran en otros países producto de la diáspora venezolana en el mundo. Pero su identificación con la UCV sigue presente, así como su comunicación con sus programas de diferente tipo. Este es un activo de la universidad que exige la generación de políticas para hacerlos partícipes de programas de investigación, docencia, extensión y articulación social. Ya hay algunas iniciativas en proceso, pero eso debe ser abordado mediante una política institucional que apunte a la constitución de una red colaborativa entre ese activo académico y los distintos programas de nuestra institución, en todo su espectro de funciones.

10- Atender a la actualización de los trabajadores universitarios

Hay un enorme rezago en la atención de las competencias que requieren nuestros trabajadores universitarios (obreros y empleados), cuyas funciones  se han ido transformando, sin la debida respuesta formativa de la institución. Se requiere poner al día la formación y actualización del personal de apoyo a la gestión universitaria. Un plan de carrera es necesario para el personal obrero y administrativo, que contemple estímulos al buen desempeño.

Aspiramos a  mantener una comunicación permanente con los gremios y sindicatos, que tienen un papel importante en la creación de un clima organizacional de equilibrio sano entre derechos y deberes y el buen desempeño institucional. 

11- Capacidad de respuestas a las necesidades estudiantiles

Los estudiantes no sólo necesitan apoyo académico. También es fundamental el socioeconómico. Una Organización de Bienestar Estudiantil (OBE) que funcione adecuadamente es fundamental para una universidad equitativa, pues gran parte de los estudiantes sin ese servicio de apoyo tendrían serias limitaciones para un buen desempeño académico.

Hay que acompañar las demandas de las organizaciones estudiantiles con la firme exigencia al Estado de recursos suficientes para un plan de becas destinadas a aquellos que por su condición socioeconómica así lo requieran; además de otras provisiones presupuestarias para los servicios de apoyo, que deben ser parte de las políticas de desarrollo institucional. Pero también ampliando el espectro de posibilidades en articulación con el sector privado.

Nos hace falta definir y adoptar políticas que estimulen la participación estudiantil en actividades de investigación, de extensión y articulación social, de servicios a la comunidad o a las empresas públicas y privadas, como punto de apoyo para su proceso de aprendizaje y formación, así como para el estímulo temprano a la investigación.

Hay que potenciar el Programa de Cooperación Interfacultades (PCI) en su dimensión docente para que los estudiantes puedan contar con una oferta académica multidisciplinaria más flexible y sensible a los cambios de las fronteras del conocimiento y las nuevas competencias, estimuladora de una formación abierta mediante perfiles que refuercen el interés de quienes aspiran a cursar estudios de pre y postgrado. 

Los estudiantes deben ser copartícipes del proceso de mejoramiento de la calidad de nuestra universidad, para beneficio de su propia formación. Dentro de los mecanismos de evaluación deben estar contemplados instrumentos de valoración del desempeño de sus profesores, así como de otras actividades que realizan como parte su tránsito por la institución (pasantías, servicio comunitario, investigación, extensión y articulación social, etc.).

Aunque para toda la universidad es necesario generar condiciones que hagan fluir conocimientos desde y hacia la sociedad, en el mundo estudiantil esto es particularmente importante. Promover pasantías en diferentes organizaciones públicas, privadas y comunitarias para que los futuros profesionales estén conscientes de las diversas necesidades y demandas, y poder identificar qué puede aportar la UCV a ellas y qué puede aprender para mejorar su articulación con el entorno.  

12- Una Ciudad Universitaria como patrimonio sostenible

Consolidar la Ciudad Universitaria en su valor patrimonial supone ponerla al servicio de la convivencia, la creatividad y la ciudadanía con criterios de sostenibilidad. Que la convivencia sea una experiencia de cuido y puesta en valor de la memoria como ciudad patrimonio en función del ejercicio de la ciudadanía, con valores, de respeto, aceptación de la diversidad y del otro, creatividad, innovación cultural y siembra de una cultura de paz.  

Que la contribución de la UCV a impulsar el desarrollo sostenible de la humanidad a través de sus distintas actuaciones académicas, se aplique en primer lugar en su propio seno, haciendo a la Ciudad Universitaria un laboratorio viviente de sostenibilidad. 

Estas son algunas ideas para reinstitucionalizar a la UCV e impulsar los cambios que requiere ante los desafíos presentes y futuros, que la conviertan en factor indispensable para contribuir a orientar a la sociedad venezolana en la ruta de un horizonte equitativo, social, económica y ambientalmente.

Como todo esfuerzo consensual está abierto a recibir aportes diversos para construir una visión compartida y plural; unir  voluntades para preservar los valores y principios de la universidad pública, autónoma y democrática, impulsora de los cambios necesarios para responder eficientemente a un entorno en transformación constante y a las demandas sociales de un mundo con equidad y ambientalmente sostenible.

El reto es atrevernos a preservar nuestros principios básicos como universidad pública sin dejar de introducir todos los cambios necesarios para ser mejores en el cultivo del conocimiento y el servicio a nuestra sociedad dentro del ámbito que nos compete. Para eso necesitamos una conducción universitaria con calificación académica y experiencia, abierta a la innovación, capaz de estimular y concretar consensos.

Este es la carta de navegación que propone el equipo que aspira a dirigir la UCV, integrado por los doctores Víctor Rago como Rector, Arturo Alvarado como Vicerrector Académico, Yudi Chaudary como Vicerrectora Administrativa y Vilma Núñez como Secretaria.

Con una conducción calificada, capaz de convocar a la comunidad universitaria para unir voluntades diversas, una UCV mejor será posible.

Consenso Académico

Abril 2023