Desde la década de 1980 se vienen describiendo una serie de síndromes que ponen en evidencia la vulnerabilidad del psiquismo y su impacto en el cuerpo. Todos estos trastornos dan cuenta de que las exigencias externas sobrepasan las capacidades individuales para enfrentarlas. Un ejemplo de lo anterior es el Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) y es sobre esta misma patología que profundizaremos algunos aspectos. Los criterios diagnósticos fueron simplificados en el año 1994 por un Consenso internacional (EEUU) y consisten en:
Por Infobae
– Presencia de fatiga médicamente inexplicable con una evolución de, al menos, 6 meses que no se explica por el ejercicio físico, no se alivia con el reposo y reduce el nivel de actividad.
– Alteraciones de la memoria, de la concentración, dolores de garganta, musculares, articulares, cefaleas, adenopatías (ganglios inflamados) y dificultades para reponerse luego de actividades físicas (ejemplo: caminata).
En general la fatiga es un síntoma frecuente, siendo referido por un 6 a un 7,5 % de la población general, pero sólo entre un 0,2 a un 2,6% son diagnosticados como SFC. Se ha demostrado que hace un pico estacional en otoño, quizá por la incidencia de enfermedades infecciosas.
Es más frecuente en mujeres. Los niños y adolescentes también pueden padecerla. El pronóstico empeora cuando el síndrome aparece después de los 38 años, con duración de la fatiga por más de 1,5 años, historia previa de depresiones crónicas, bajo nivel educacional y creencia de que la enfermedad se debe a una causa física.
Respecto a la personalidad previa, un estudio efectuado en la Universidad de Amberes, Bélgica (publicado por la Academia de Medicina Psicosomática de EEUU), concluye que existirían determinantes de base temperamental. Las dimensiones del temperamento son tendencias heredadas y se manifiestan en todas las personas en los primeros años de vida. Consisten en la búsqueda de novedad, la evitación del daño, la recompensa-dependencia, y la persistencia.
– La búsqueda de novedad se define como la tendencia a responder con entusiasmo a los estímulos novedosos o a señales que significan un alivio a la pena, con la consiguiente activación de la conducta de búsqueda de placer.
– La evitación del daño se basa en una respuesta innata a responder con inhibición de la conducta ante los estímulos amenazantes o aversivos.
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