La contraofensiva ucraniana, que se inició diez días antes con un vídeo sangriento en el que las tropas ucranianas pedían a Dios que bendijera su “sagrada venganza”, está en marcha, así lo reseñó THE ECONOMIST.
Durante semanas, sus fuerzas armadas han llevado a cabo operaciones de sondeo y configuración a lo largo de los 1.000 km de línea del frente, buscando puntos débiles y confundiendo a los rusos.
Ahora Ucrania está poniendo a prueba las defensas enemigas con una intensidad no vista desde hace meses, con ataques contra los ocupantes en una serie de posiciones en el este y el sur.
La aparente demolición de la presa de Kajovka el 6 de junio, si realmente fue un sabotaje ruso como creen fuentes militares occidentales, sería una prueba clara de que ya están sintiendo la presión.
Habrá más en los próximos días. La fuerza principal aún no ha sido enviada a la batalla.
La operación durará hasta bien entrado el verano. Sin embargo, lo que ocurra en las próximas semanas marcará el futuro no sólo de Ucrania, sino de todo el orden de seguridad en Europa. Ha llegado el momento de tomar decisiones.
La tarea de Ucrania, sin rodeos, es demostrar a Vladimir Putin, a sus secuaces, a sus compatriotas y a todo el mundo que Rusia no puede ganar; que esta invasión ha sido mal concebida desde el principio; que Rusia no puede sobrevivir a Ucrania y a sus partidarios occidentales; y que la mejor opción del Kremlin es rendirse antes de que Rusia sufra aún más pérdidas y humillaciones.
No es tarea fácil, y el riesgo de fracaso es real. Pero gracias a la asombrosa determinación de Ucrania y al fuerte e inesperado apoyo unido de Occidente, el éxito es posible. Para ello se necesita, ahora mismo, el más firme apoyo diplomático y militar, y el compromiso más claro de Occidente de que estará al lado de Ucrania durante muchos años.
Putin no puede seguir mintiéndose a sí mismo ni a su pueblo sobre la insensatez de la dirección que ha elegido.
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