Más de 800 personas, 127 de ellas niños, fueron rescatadas en el mar en el último año, cuando trataban de llegar a Estados Unidos. Los habitantes de la isla son testigos de cómo estas personas son embaucadas con la esperanza de encontrar un mejor futuro.
Por Camila Rivera / MigraVenezuela
Podrían parecer unas vacaciones. De hecho, así lo ofrecen, como paquetes turísticos, que se publicitan en internet y en redes sociales.
Desde hace varios meses, un número creciente de migrantes, que prefiere no enfrentarse al temido paso por el tapón del Darién, ha optado por emprender (obviamente a un mayor costo), la ruta marítima por la isla de San Andrés, con la que les prometen llegar, supuestamente más fácil, a Centroamérica o Estados Unidos.
Pero, para un migrante, el mar de los siete colores deja de ser el lugar paradisiaco que disfrutan los turistas, para convertirse en una peligrosa travesía en la que puede perder la vida.
Y es que el mar, una superficie tranquila cerca de la playa, en alta mar puede volverse peligroso en cuestión de minutos por los cambios bruscos en la corriente, que arrastran a las embarcaciones y en muchos casos les impiden alcanzar la costa.
“Las olas aquí, en la playa, son de uno o dos metros, como máximo. Pero allá, en alta mar, es otra cosa, las olas pueden llegar a cinco metros. En esas pequeñas embarcaciones sin nada de protección, las personas enfrentan muchos peligros”, comenta uno de los habitantes de la isla.
En el último año, la Armada Nacional ha rescatado 52 embarcaciones, la mayoría de ellas con niños y ancianos a bordo, que viajan junto a su familia a la isla como “turistas”, en un desesperado intento por llegar a los Estados Unidos.
De acuerdo con Javier Sarmiento, procurador delegado en derechos humanos, “a la fecha se han rescatado más de 800 migrantes en 47 embarcaciones, de los cuales se calcula que por lo menos 127 son menores de edad”.
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