El hecho de atender su voz confirma al niño como sujeto familiar y social, y valida su pertenencia a la comunidad. Un chico no escuchado puede convertirse en un adulto inseguro y temeroso.
Por infobae.com
Constituye uno de los valores fundamentales de la Convención sobre los Derechos del Niño, pero no siempre se respeta. Reconocer constitucionalmente el derecho a ser escuchados implica garantizar la participación de niños, niñas y adolescentes en las decisiones que los afectan y representa una transformación al aceptarlos como sujetos activos de derecho y sujetos de deseo.
Es decir, no son simplemente receptores pasivos de la protección de las personas adultas, sino que se les reconoce el derecho, la capacidad, la titularidad y la agencia para influir en temas relevantes para sus vidas acordes a su dignidad.
En los diversos ámbitos de participación de bebés, niños, niñas y adolescentes la mirada y el trato, muchas veces, es adultocéntrico, esto significa que está basado en las necesidades, perspectivas y deseos de los adultos. Sea en el espacio escolar, comunitario, jurídico o dentro de casa la decisión que prevalece es la del mundo de los adultos y no siempre tienen razón, aunque así lo crean.
Invisibilizados a lo largo de la historia
Lo cierto es que son siglos y siglos de pensar al sujeto infantil como alguien “menor” con menos calificaciones que un adulto, un sujeto en proceso en construcción y no un ser con deseos y decisiones, anhelos y sueños que está creciendo, como todos. Por siglos se ha pensado al niño como un apéndice adosado a los adultos, incapaz hasta de sentir las mismas emociones.
“La historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco. Cuanto más se retrocede en el pasado, más bajo es el nivel de la puericultura y más expuestos están los niños a la muerte violenta, el abandono, los golpes, el terror y los abusos sexuales”.
las relaciones que establecían los adultos con los niños y se encontró que estaban caracterizadas por la dominación y la violencia: abusos, malos tratos, vejaciones, torturas e infanticidios fueron prácticas naturalizadas.
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