El daño ya está hecho. La rebelión de los Wagner pudo haber terminado, pero sus réplicas continuarán como sucede cada vez que se produce un terremoto. Yevgeny Prigozhin y sus mercenarios del Grupo Wagner desistieron de su intento de llegar a Moscú para tomar revancha contra el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y el jefe del ejército, Valery Gerasimov, por haberlos boicoteado en el frente ucraniano. Pero con su rebelión dejaron a Vladimir Putin debilitado para continuar con su invasión a Ucrania y le esmerilaron su poder omnímodo de los últimos 23 años. El motín de los mercenarios pareciera haber sido depuesto, por ahora, sin mayores consecuencias. Aunque la guerra en Ucrania ya no va a ser lo que era hasta dos días atrás. El principio del fin de la invasión ya comenzó.
GUSTAVO SIERRA // INFOBAE
Después de encabezar un convoy militar de 50.000 efectivos desde el este ucraniano hacia la ciudad rusa de Rostov-on-Don (1,1 millones de habitantes), tomar el cuartel central del Comando Sur del ejército ruso en esa ciudad y ordenar a miles de sus hombres que continuaran el avance por la autopista M4 hacia Moscú, Prigozhin anunció que había llegado a un acuerdo y que regresaba a las bases del grupo en Ucrania y el este ruso. Luego se supo que él iría “al exilio” en Bielorrusia. En la mitad hubo enfrentamientos armados en Voronezh, una ciudad también de más de un millón de habitantes a mitad de camino entre Rostov y Moscú, donde aparentemente los Wagner derribaron un avión militar de transporte y tres helicópteros del ejército. Desde el Kremlin se anunció que no se iban a tomar represalias contra los amotinados. En el medio hubo una llamada del presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, aliado íntimo de Putin, que atendió Prigozhin y en la que se habrían acordado los detalles del armisticio.
No es creíble que todo haya sido tan simple. Hubo otras negociaciones. En un país donde la gente cae desde las ventanas o es envenenada por mucho menos, es poco creíble que semejante desafío de poder se hubiera tomado tan a la ligera y que el episodio termine de esta manera. En los próximos días van a ir apareciendo los detalles. En Ucrania, algunos están convencidos de que se trató de una gran maniobra para ocultar lo que verdaderamente sucede en el frente de guerra y en peleas palaciegas dentro de la elite que circunda a Putin en el Kremlin.
Putin mantuvo por años a su amigo Prigozhin como un perro guardián al que le soltaba la cuerda cada vez que se le acercaba algún supuesto enemigo. Lo usó, particularmente, para tener a raya a su ministro de Defensa y otros altos mandos militares. Para darle mayor poder, le permitió (o le ordenó) que construyera un pequeño ejército de mercenarios para hacer lo que los soldados regulares no podían en Siria, varios países africanos y en el último año en Ucrania. Pero el “gran estratega” del Kremlin no supo ver que la bestia que él había creado algún día podía mostrarle los dientes. Y es lo que sucedió, llegó un momento en que a Prigozhin ya no le alcanzaron los videos denunciando a Shoigu y otros generales de no proveerle las municiones necesarias para el asalto a la ciudad ucraniana de Bakhmut o que los helicópteros del ejército disparaban contra sus propias fuerzas. Se lanzó con toda la furia hacia el enemigo que antes le había señalado su amo.
Hasta apenas unas horas del motín, todos los que conocían a los personajes y los entramados del poder en Moscú aseguraban que Prigozhin jamás hablaba por él mismo, sino que siempre decía lo que su jefe quería que dijera. “No me cabe duda de que todas las actividades de Prigozhin están coordinadas con el hombre de arriba (por Putin). Las cosas que se permite decir -todas esas declaraciones dirigidas a la cúpula del Ministerio de Defensa y a las élites rusas en general- indican no que esté jugando con sus propias reglas sino que, por el contrario, todo está coordinado. En nuestro país, ese tipo de payasadas se resuelven muy rápidamente si no cuentan con la aprobación del número uno”, le dijo unas pocas horas antes de la rebelión a la publicación rusa independiente Meduza un ex oficial de inteligencia que conoce a Putin de cuando ambos se desempeñaban como agentes de la KGB en Berlín Oriental.
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