En 1883 era virtualmente prohibido ser polaco, o al menos ejercer como tal.
Por: BBC
Polonia, como estado independiente, no existía desde 1795, cuando fue invadido y repartido por sus tres poderosos vecinos: Rusia, Prusia y el Imperio austrohúngaro.
Rusia se quedó con la mayor parte y con la capital, Varsovia.
Al principio, los polacos tuvieron cierto grado de autonomía pero se fue evaporando con cada intento por recuperar la independencia.
Tras el Levantamiento de Enero de 1863, las autoridades zaristas ya estaban hartas y decididas a tornar a los polacos en “buenos rusos”, leales a quien también era el rey de Polonia: el emperador de Rusia, Alejandro II.
Así que esta vez no se limitaron a ejecutar a insurrectos capturados y enviar a decenas de miles de polacos a campos de prisioneros en Rusia Central y Siberia.
Desmantelaron todas las instituciones administrativas y políticas autónomas, el sistema de justicia y la banca, y atacaron con severas represiones a la Iglesia católica, uno de los principales pilares de identidad y la tradición polacas.
Pero, ¿qué mejor manera de erradicar la conciencia nacional polaca de las mentes y los corazones que a través de la educación y la cultura?
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