La política es un juego peligroso, un terreno minado en el que cada paso puede ser el último. La renuncia de la vicepresidenta de la Comisión Nacional de Primaria, María Carolina Uzcátegui, ha expuesto una vez más el estado precario de la democracia en Venezuela. Un proceso comicial que se desmorona ante nuestros ojos, víctima de las luchas intestinas y las ambiciones personales.
La renuncia de Uzcátegui no es un hecho aislado, sino la culminación de una serie de renuncias que han debilitado aún más el proceso comicial opositor. Primero fueron las dimisiones de importantes candidatos como Benjamín Rausseo sin dar mayor explicación, Manuel Rosales que no se ocultó su crítica: «es ilógico que hagamos unas elecciones debajo de un árbol o contando los votos manualmente» y el amago de renuncia de Henrique Capriles con el cauteloso estilo de quien mete el pie en la piscina para ver si el agua está fría, junto con las renuncias de dos directivos de la Comisión Nacional de Primaria, han dejado al proceso en una situación crítica, saltando sus últimos alientos, sin credibilidad ni legitimidad.
Pues la sorpresiva dimisión de la la conocida empresaria no ha sido la única registrada en la Junta Directiva de la Comisión Nacional de Primaria, hace seis semanas el historiador Rafael Arraiz Lucca también tiró la toalla arguyendo «que sin el CNE, y los centros electorales, es imposible hacer la elección primaria de manera extendida».
Pero no podemos resaltar solo a los renunciantes. El proceso de primaria ha acumulado más críticas que reconocimientos desde su convocatoria inicial. Una convocatoria excluyente, perturbada por el gobierno a lo que se suma las denuncias de la expresidenta de la Comisión, han dejado al proceso en una situación dramática y precaria.
Las denuncias de Uzcátegui están sustentadas en argumentos sólidos que muestran las debilidades del proceso de primaria. La falta de condiciones técnicas y logísticas, el tratamiento insincero dado a los votantes en el exterior y la falta de garantías necesarias con el proceso del voto manual, son solo algunas de las dificultades que restan credibilidad al proceso.
La renuncia de Uzcátegui es un llamado serio a reconsiderar la conveniencia de continuar con un proceso que se desmorona ante nuestros ojos. Un llamado a buscar soluciones reales y honestas, que permitan recuperar la credibilidad y legitimidad del proceso comicial. Ha apuntado contra el juego de intereses que han pervertido el proceso de la primaria. Sin ambages, ha dicho: «Me duele asumir que este proceso de primaria está siendo utilizado por intereses que, lejos de creer en la fortaleza del proceso democrático electoral, hoy juegan a enrumbarnos por proyectos personales y no colectivos».
El llamado de María Carolina Uzcátegui es contra la lucha por la hegemonía de la oposición, atizada por el extremismo y favorecida por el acobardamiento ante el mismo de los sectores moderados que las más de las veces prefiere plegarse a él incapaz de frenarlo confrontando su errada visión estratégica.
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