El domingo 2 de julio del 2000, temprano por la mañana, sonó el teléfono de Louise Phillips (21) en la casa de huéspedes donde vivía en Tokio, Japón. Ella compartía allí una habitación con su amiga Lucie Blackman (21). Era la voz de un hombre que hablaba fluido inglés y que le dijo algo muy extraño, que Lucie se había unido a una secta religiosa y que no quería volver a ser contactada por sus familiares ni por sus amigos. Dicho esto, cortó. Louise se quedó helada y pensó ¿una secta? ¡Imposible! Sabía que la noche anterior Lucie había salido con un hombre que había conocido en el bar donde trabajaba y que él le había regalado un teléfono celular y una botella del carísimo champagne Dom Pérignon. Todo le resultó muy sospechoso. Inmediatamente llamó a Gran Bretaña a la familia Blackman.
Por: Infobae
Nadie se quedaría de brazos cruzados.
La azafata en busca de aventuras
Lucie Jane Blackman nació el primero de septiembre de 1978 en Kent, Gran Bretaña. Cuando terminó el colegio descubrió que lo que más deseaba era viajar y logró ingresar a trabajar como azafata en British Airways. A los 21 años afloraron sus deseos por tener una experiencia más inmersiva y vivir un tiempo en el exterior. Con su gran amiga de toda la vida, Louise Phillips, decidieron probar suerte en Japón. Renunció a su empleo y sacaron los pasajes. En ese entonces era el destino soñado de los jóvenes con ganas de aventuras. La idea de ambas era trabajar de cualquier cosa para poder ahorrar algo de dinero.
Llegaron a la ciudad de Tokio el 4 de mayo del año 2000 con una visa turística por 90 días. Alquilaron una habitación económica en una casa de huéspedes, cerca del Estadio Olímpico, y enseguida consiguieron trabajo. Lucie entró como “anfitriona” al bar de la discoteca Casablanca, un local nocturno frecuentado por hombres mayores y adinerados, en la zona de Roppongi.
El término “anfitriona” que se utiliza en Japón no tiene una traducción literal en Occidente. Son como geishas modernas, mozas que atienden a los clientes, sirven tragos, charlan, cantan, se ríen con ellos, pero no más que eso. Nada de sexo dentro de los locales: está expresamente prohibido por la severa ley nipona. Las jóvenes extranjeras, trabajando cinco o seis horas, ganaban mucho dinero y sentían que todo estaba controlado dentro de esos clubes. No había mayores peligros.
Todo iba bien en la nueva vida de las amigas hasta la noche del sábado 1 de julio cuando Lucie llamó a su amiga Louise y le contó que saldría con un hombre que había conocido en el bar. Fuera de los clubes ya la cosa podría implicar más riesgos, pero no lo pensaron.
A la mañana siguiente, después de ese extraño personaje que la contactó por teléfono, Louise llamó a los Blackman. Sophie, la hermana menor de Lucie, fue la primera de la familia en volar hacia Japón el 4 de julio. Sophie y Louise se dirigieron juntas a la comisaría para hacer la denuncia. Explicaron lo que había pasado y que Lucie no había vuelto, pero cuando dijeron qué la joven trabajaba en un bar sus dichos fueron automáticamente desestimados.
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