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El 8 de agosto de 1938, hace 85 años y antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, llegaron los primeros prisioneros al campo de concentración y exterminio de Mauthausen, ubicado sobre territorio austríaco.
Por infobae.com
Fue un traslado de 300 cautivos directos desde Dachau. Fue un sitio dedicado a la explotación productiva de una cantera de granito: los que se cansaban, morían
Mauthausen es una pequeña localidad austríaca ubicada en el margen izquierdo del Danubio, en la confluencia con el río Enns, 180 kilómetros al oeste de Viena y veinte al este de la ciudad industrial de Linz, sobre un eje ferroviario que une al país con la Europa Occidental. El 12 de marzo de 1938 se ejecutó el “Anschluss”, la anexión de Austria al Reich alemán (AP/Lynn Heinzerling)
Nació como una proyección, sin los cautivos, sin los esclavos, en una circunstancia no habitual para el nazismo. La elección del sitio no fue antojadiza. Mauthausen estuvo signado por su importancia económica: fue un campo destinado a alimentar la industria de guerra alemana con mano de obra esclava. Antes de que fuera un campo de concentración, era un espacio lindero a una cantera de granito (Ira Nowinski/Corbis/VCG via Getty Images)
“Los presos fueron empleados en los primeros momentos en la construcción del campo y trabajaron para empresa propiedad de la SS ‘Deutsche Erd- und Steinwerke GmbH’ en la producción de materiales para las obras monumentales y de prestigio de la Alemania nacionalsocialista”, informa el Memorial de Mauthausen (Votava/Imagno/Getty Images) .
El 8 de agosto de 1938 llegaron los primeros prisioneros: 300 reclusos transferidos desde el campo de concentración de Dachau. Alemanes y austríacos, opositores políticos, etiquetados como criminales o antisociales, todos hombres en edades y con capacidades productivas. Antes de explotar las canteras, debían construir el lugar en el que vivirían. Su vida cotidiana estuvo marcada por el hambre, el trato arbitrario y la violencia (Ira Nowinski/Corbis/VCG via Getty Images)
A medida que las invasiones nazis avanzaban y Europa flaqueaba ante el poderío alemán, empezaron a llegar soldados y prisioneros de los países que caían bajo el yugo nazi. Mauthausen se convirtió con el tiempo como el eje de una serie de campos interconectados: el campamento filial de Gusen entró oficialmente en funcionamiento en mayo de 1940
Mauthausen era una fortaleza. Los mismos prisioneros construyeron su prisión. Cargaban piedras de granito montadas en sus espaldas a la colina que domina la cantera a través de una escalera de 186 escalones. Se la llamó la “escalera de la muerte”. Los internos debían subir con rocas pesadas varias veces al día y quedaban completamente debilitados por el hambre, las enfermedades y la represión (Imagno/Getty Images)
El perímetro del campo estaba custodiado por altos muros y un alambrado electrificado que mataba a aquel que quisiera sortearlo. Esa muerte segura terminó siendo una vía de escape para aquellos prisioneros que preferían morir electrocutados antes de seguir viviendo en esas condiciones. Mauthausen era un campo de no retorno: aquel que entrara sabía que no iba a poder salir vivo (Francisco Boix)
Mauthausen fue clasificado por las autoridades nazis como un campo de categoría III, donde los reclusos soportaban las condiciones más duras por ser considerados más peligrosos para el Reich. Por esas mismas razones, era uno de los campos de mayor mortalidad. Según el decreto oficial, estaba reservado a los prisioneros “culpables de acusaciones realmente graves, incorregibles, asociales y convictos por causas criminales, es decir, gente en custodia preventiva, con pocas probabilidades de poder ser reeducada”
“Entre los deportados a Mauthausen, la mayoría procedía de Polonia, seguidos por los ciudadanos soviéticos y los húngaros. Además, también fueron presos grandes grupos de alemanes y austriacos, franceses, italianos, yugoslavos y españoles. En conjunto, la dirección de la SS registró a hombres, mujeres y niños de más de cuarenta naciones”, define el Memorial (Amicale Francaise de Mauthausen)
Lo llamaron “El infierno del infierno”: tuvo su cámara de gas, sus pelotones de fusilamiento, sus cámaras de tortura, sus espeluznantes experimentos médicos, como aquel que vaciaba a los presos de su sangre, para enviarla al frente de guerra; estuvo en manos de las SS y allí murieron entre doscientas y trescientas mil personas (Ira Nowinski/Corbis/VCG via Getty Images)
La SS impuso en Mauthausen su método de terror y dominación, aun cuando las prioridades del campo eran económicas y velaban por el desarrollo armamentista alemán. Aunque estaba destinado para apresar de los “enemigos políticos incorregibles del Reich”, también fue usado para eliminar a artistas, intelectuales pensadores, científicos y estudiosos, la “intelligentsia” alemana primero, y europea luego, juzgada como enemiga del nazismo (Bettmann)
El régimen de trabajo era bestial. El centro de la vida en el campo era la cantera de granito y allí trabajaban los prisioneros hasta la extenuación y la muerte. Cada día, cuatro mil hombres subían los 186 peldaños de la “escalera de la muerte” para cargar bloques de granito de más de 50 kilos. Los guardias, y los “kapos”, polacos en su mayoría, los empujaban, les hacían zancadillas y golpeaban con sus bastones a los esclavos, sólo por diversión. Y ejecutaban a quien no se levantaba a tiempo (Fototeca Gilardi/Getty Images).
Los SS mataban a quienes elegían piedras pequeñas para subir. También asesinaban a quienes quisieran relajarse un poco. Lo hacían luego de preguntarle, macabramente, si tenían ganas de descansar. Quienes conocían el truco, contestaban de inmediato que no. Pero siempre había alguien, nuevo en el campo y no advertido a tiempo por sus compañeros de desdicha, que contestaba que sí, agradecido. El SS le indicaba el sitio donde sentarse y, en cuanto el preso se sentaba, era asesinado de un disparo en la cabeza
Tres hombres de nacionalidad italiana, prisioneros en el campo de concentración de Mauthausen. Desnutridos, los llamaban los “Muselmann”, un término de la jerga nazi que se usaba para describir a los prisioneros que sufrían hambre y agotamiento (Fototeca Gilardi/Getty Images)
Una foto muestra anillos de matrimonio pertenecientes a los asesinados en el campo de concentración de Mauthausen. Las cifras de muertes no son claras, pero se presume que entre 120 y 200 mil personas fallecieron en las barrancas del territorio austríaco (Imagno/Getty Images)
El plan de aniquilación también consistía en mantener a los prisioneros siempre cansados. En los tiempos libres, aplicaban un método de desgaste para reducir el impulso físico y emocional al mínimo. Los obligaban a realizar ejercicios inútiles para dejarlos exhaustos: un estado de crueldad supremo. Por ejemplo, los hacían estar en fila y jugar a saltar el potro o, como en la foto, le ponían música a la procesión de los muertos (Votava/Imagno/Getty Images) .
“Como hicieron en otros muchos campos, las SS convirtieron el día a día de los prisioneros de Mauthausen en una rutina de tortura, violencia y muerte”, relató la historiadora Jan-Ruth Mills, quien agregó: “En enero de 1941 fue declarado campo de no retorno. Si te enviaban ahí, sabías que no saldrías con vida” (Votava/Imagno/Getty Images)
A Mauthausen sobrevivieron más de dos mil fotos tomadas por el español Francisco Boix, conocido como “El fotógrafo de Mauthausen”, un joven comunista que logró sacar los negativos tomados por su Leica y presentarlos como prueba en los juicios de Núremberg. Las fotos mostraban también la visita al campo hecha por los nazis Albert Speer, el arquitecto de Hitler, y por Ernst Kaltenbrunner, que habían negado conocer la existencia de esos centros de horror
Fue llamado, asimismo, el “campo de los rusos”, en referencia a los prisioneros de guerra soviéticos que llenaban un subcampo de Mauthausen. Los prisioneros rusos fueron el centro de atención de los SS: los obligaban a permanecer parados, desnudos, en las noches heladas, mataban de un disparo en la nuca a quien desfallecía, eran los elegidos para brutales experimentos médicos, o asesinados en la menor falta (Votava/Imagno/Getty Images)
El 5 de mayo de 1945 llegaron por casualidad las tropas del ejército americano a liberar el campo. A los soldados de caballería de la 11ª División Blindada los esperaba una pancarta en la que se leía en perfecto castellano: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”. La habían escrito prisioneros republicanos españoles
Una postal del 2 de mayo de 1949 en la inauguración del memorial en el campo de concentración de Mauthausen para personas de la Unión Soviética. Hoy el sitio es un museo dedicado a fomentar la memoria y la verdad (Votava/brandstaetter images via Getty Images)