Barcos destruidos o lanchas abandonadas y otras en reparación o recién pintadas se apilan en la arena de la playa de La Vela, una ciudad portuaria de Venezuela donde comerciantes y marineros tratan de recuperarse de cuatro años de paralización y olvido.
Por Nicole Kolster / vozdeamerica.com
Poco a poco, como pueden, alistan sus lanchas para intentar retomar las exportaciones a las islas de los Países Bajos —Aruba, Curazao y Bonaire— que quedaron suspendidas tras el cierre de la frontera marítima desde 2019 hasta el pasado mes de mayo, cuando arrancó una reapertura gradual de la relación.
“Tengo bastante esperanza” en esta reactivación, dijo a la Voz de América Ángel Higuera, de 44 años, dueño de una embarcación de dos niveles que espera terminar de reparar en un mes.
Una cuadrilla de trabajadores está a bordo. Uno serrucha un listón de madera que servirá para reforzar el techo de cubierta; otro anota unas medidas mientras Higuera va dando indicaciones. Por cada canto, una herramienta, una sierra eléctrica, espátulas.
“Se me hizo un poquito difícil conseguir el dinero” para terminar los trabajos del barco, equiparlo y poder iniciar su operación. “Mi objetivo es hacer los fletes, de esa manera es que yo pienso trabajar”, sigue.
Video VOA
No se cumplen las expectativas
Venezuela cerró las fronteras con las islas de los Países Bajos en 2019 para bloquear el paso de unos buques enviados por Estados Unidos con ayuda humanitaria que el gobierno de Nicolás Maduro denunció como un intento de invasión.
Ese año Higuera estaba terminando su barco. Había comenzado de cero tres años antes, pero paró los trabajos “porque la frontera estaba cerrada”.
Aruba y Curazao, que forman parte de Países Bajos pero tienen autonomía, junto a Bonaire, municipalidad de Holanda continental, comenzaron una reapertura gradual entre abril y mayo después de cuatro años de cierre.
Mucho ha cambiado en Venezuela desde entonces, iniciando por la dolarización de la economía y el encarecimiento de todos los productos que se exportan, reduciendo el margen de ganancia.
Higuera no ve actividad en el horizonte para su barco.
Le falta aún comprar equipos de rescate, balsas, radios, chalecos salvavidas, extintores. Además de tramitar costosos permisos y certificados, que antes no eran requeridos. También los marinos necesitan poner al día pasaportes, pólizas de seguro, libretas marinas y vacunas.
“Se necesitan inversionistas”, exclama Higuera, que esperaba alguna ayuda económica del gobierno para reactivar el sector en un país donde los créditos bancarios son una excepción y generalmente por montos precarios.
“No sé de qué manera piensan que se resuelva esto por completo, lo que de verdad necesitamos es trabajar mucho”, dijo.
El cierre, “un golpe para la economía”
Juan Gotopo, vicepresidente de la Cámara de Comercio de La Vela de Coro, explica a VOA que estas embarcaciones sufrieron las inclemencias del sol, de la lluvia y se vieron bastante deterioradas.
“Según nos comentan los dueños de esos barcos, los armadores hoy en día tienen que realizar una inversión de no menos de 15.000 dólares por barco”, añadió.
Y conseguir ese dinero resulta cuesta arriba para la mayoría en este pueblo golpeado por la crisis del país y agravada por el cierre fronterizo que dejó a muchos sin empleo.
“Con recursos propios o de terceros, ellos han hecho todo lo posible para poder recuperar esas embarcaciones”, destacó Gotopo.
En el caso de Higuera, por ejemplo, después de terminado el casco la embarcación fue lanzada al mar, pero sin poder navegar por el cierre.
“La agarró un comején y le perforó varias tablas (…) estaba entrando agua y la tuve que sacar de emergencia”, recuerda.
“Le faltaban unos detallitos”, sigue Higuera, que hoy vive de una venta de repuestos y una fábrica de muebles, muy venida a menos por la crisis.
Un 70% de la economía de La Vela dependía del comercio hacia la isla de Curazao, resalta Gotopo, entre exportadores, caleteros, marinos, agentes navieros y aduanales. “Fue un golpe bastante fuerte para la economía de La Vela”, dijo.
Entre 2010 y 2019, Venezuela y las islas llegaron a tener un intercambio comercial que rondó en promedio entre 200 y 300 millones de dólares, según cifras oficiales.
Durante los tres primeros meses de reanudación “se han exportado 1.000 toneladas de frutas y hortalizas” a las islas, “lo que equivale a una facturación de 500.000 dólares”, dijo Gotopo citando cifras de la oficina de Economía y Exportación del estado Falcón.
“Hay entre tres o cuatro embarcaciones que ya están fundadas en la bahía y que han ido de viaje a las islas, tanto de Aruba como Curazao”, agregó.
“De una a dos embarcaciones [zarpan] de forma semanal con regularidad, una embarcación a Curazao y una embarcación a la isla de Aruba”, dijo el comerciante citando datos de la Fundación Barquito de Venezuela. “Antes eran aproximadamente de 10 a dos embarcaciones semanales”.
Higuera ya tiene una tripulación para el primer zarpe de su barco, pero aún no tiene fecha.
“No veo tanta fluidez”, dice mientras señala a un barco vecino. “Lo acaban de terminar, lo hubiesen lanzado al agua si hubiese gente buscando para que le hagan los fletes”.
Pero no hay.
Con el cierre de las fronteras el mercado fue conquistado por Colombia, Costa Rica y República Dominicana.